Refugiado entre nogales, se ha reciclado como figura de las redes sociales.
Mientras revisa nueces, trabaja en un
libro, ve series de narcos en Netflix, come pucheros, y tiene listo un
stand-up que teme no poder memorizar sobre el escenario.
Simón, un envejecido pastor alemán, lo acompaña cerca. Junto al perro hay cuatro gatos, varias gallinas y hasta cuatro alpacas.
Simón, un envejecido pastor alemán, lo acompaña cerca. Junto al perro hay cuatro gatos, varias gallinas y hasta cuatro alpacas.
El refugio actual de Nelson Avila es una
parcela llamada Los Faroles y está en Rinconada, un pequeño poblado de
casi 7.500 habitantes ubicado en la frontera de la V Región con la
Metropolitana. Al refugio de Avila se llega por caminos angostos y
ondulados por donde aparecen campos verdosos, cerros y unos pocos
lugareños que se mueven por tierras que invitan a la modorra.
Cuando llegué a Los Faroles había un
camión que ocupaba todo el acceso principal de la parcela. Varios
jornaleros cargaban cajas en el vehículo, mientras sonaba una máquina
que, supe después, intentaba secar parte de la mercadería que se
acomodaba. Atenta a toda la faena estaba una mujer de jeans, que
controlaba y anotaba que todo estuviera en orden. Es la esposa de Nelson
Avila, Margarita Silva, hija del histórico dirigente radical Enrique
Silva Cimma. Margarita, además de ser la mujer del ex parlamentario,
oficia como "generalísima" en este terreno alguna vez sembrado con
parras, pero que hoy está dedicado a la producción de nueces.
—Ella es la capataz y usted un inquilino, Nelson...
—Soy más bien un peón educado.
El libro rebelde
Nelson Jaime Avila Contreras camina por los alrededores de una casa de estilo chileno, mientras confiesa que sus colaboraciones con las tareas del predio se limitan a cuestiones de "vigilancia" y a proveer algunos insumos que se necesitan en época de cosecha.
Nelson Jaime Avila Contreras camina por los alrededores de una casa de estilo chileno, mientras confiesa que sus colaboraciones con las tareas del predio se limitan a cuestiones de "vigilancia" y a proveer algunos insumos que se necesitan en época de cosecha.
Inseparable, Simón, un envejecido pastor
alemán, lo acompaña cerca. Junto al perro hay cuatro gatos, varias
gallinas y hasta cuatro alpacas.
Avila está contrariado: los aguaceros de abril cayeron en mal momento. Justo estaban cosechando 35.000 kilos de nueces de exportación y las lluvias se encargaron de malograr con exceso de humedad cerca del 10% de la producción.
Avila está contrariado: los aguaceros de abril cayeron en mal momento. Justo estaban cosechando 35.000 kilos de nueces de exportación y las lluvias se encargaron de malograr con exceso de humedad cerca del 10% de la producción.
Los Faroles es una parcela familiar de
15 hectáreas, cuyas construcciones funcionaban como bodegas en los 70.
Hasta acá llegaba el niño Nelson junto a su padre a guardar insumos o
buscar herramientas. La casa familiar original estaba a 15 kilómetros.
En ese predio la siembra era... cáñamo. Avila recuerda: "Los hippies
iban a buscar los cogollitos a los potreros. La oferta entonces superaba
largamente a la demanda. Por eso lo vuelvo a afirmar: el tráfico es
hijo del prohibicionismo".
Las cosas cambiaron con la crisis
económica de inicios de los 80, cuando la familia quebró y debió vender
el lugar para mudarse a este terreno. "Y desde entonces puedo decir que
no ha crecido un centímetro", aclara Avila en un intento para demostrar
que el hombre está más o menos donde mismo comenzó.
—¿En qué está hoy su vida?
—Diría que estoy en un período sabático, en un repliegue de la contingencia política debido al hedor que emana de ella.
Por fortuna, el aroma en Los Faroles es a tierra. A campo. Acá, sin embargo, Avila está lejos de ejercer como un agricultor tradicional, sino que hace las veces de una suerte de intelectual rural. Un pensante en medio de la fronda. No usa sombreros de paja ni lleva ponchos. Y un Audi blanco descansa en el estacionamiento.
Por fortuna, el aroma en Los Faroles es a tierra. A campo. Acá, sin embargo, Avila está lejos de ejercer como un agricultor tradicional, sino que hace las veces de una suerte de intelectual rural. Un pensante en medio de la fronda. No usa sombreros de paja ni lleva ponchos. Y un Audi blanco descansa en el estacionamiento.
Sí, le inquieta y se preocupa por la
producción de nueces, pero pareciera estar más atormentado por un libro
que aún no puede sacar de su cabeza, unos recuerdos chúcaros que no
terminan de acomodarse en el papel. "Tratará sobre un episodio de mi
vida con motivo del golpe militar", dice con cierto enigma. Mientras
tanto, gana dinero gracias a asesorías sobre administración pública.
"¡Sale, Simón!", grita fuerte y seco al
perro para que no entre a su estudio. El despacho parece una vieja
librería de barrio. Domina la madera. Hay libros por doquier, una gran
bandera chilena, un computador portátil, diplomas, fotos familiares, una
extensa colección de chunchos (casi 80) y una salamandra que entibia
más allá de lo deseado el ambiente. Un pocillo lleno de nueces se ubica
en una mesa de centro a modo de hito central. Ahí él mete sus largos
dedos de la mano derecha y levanta una. "Esta está perfecta", dice
mientras la mira y hace girar, como si se tratara de un joyero
explorando una piedra preciosa.
Nelson en red
En medio de las paredes cargadas de diplomas y recuerdos, hay uno que lo enorgullece de manera especial. Es el que da cuenta de los Web Awards 2010 y que lo distingue como "Mejor político para seguir". Un reconocimiento no menor en el mundo de las redes sociales, donde el ex senador aparece como uno de los más exitosos, con 225.000 seguidores en Twitter. "Cenador de la Redpública, autodesignado y vitalicio. Miembro del movimiento mundial Slow Food, cuyo símbolo es el caracol", dice en su presentación en la red social del ave azul.
En medio de las paredes cargadas de diplomas y recuerdos, hay uno que lo enorgullece de manera especial. Es el que da cuenta de los Web Awards 2010 y que lo distingue como "Mejor político para seguir". Un reconocimiento no menor en el mundo de las redes sociales, donde el ex senador aparece como uno de los más exitosos, con 225.000 seguidores en Twitter. "Cenador de la Redpública, autodesignado y vitalicio. Miembro del movimiento mundial Slow Food, cuyo símbolo es el caracol", dice en su presentación en la red social del ave azul.
Avila suele tener dos grandes temas de
comentarios en Twitter: política y fútbol. El ciberespacio se ha
convertido en su nuevo hemiciclo, un pupitre virtual de alcance masivo
desde donde suele lanzar frases afiladas, armadas desde la sorna.
Ejemplo del 8 de abril: Vivianne Blanlot
es una PPD de tipo "anfibio". Ha actuado siempre sumergida en el sector
privado, pero respirando en el aparato público.
Otro del 12 de abril: ¡Contrasentido! Mientras en nuestro torneo vemos el peor fútbol en años, Chile ocupa el tercer lugar del ranking Fifa. ¡Exijo una explicación!
Ávila explica su técnica: "No escribo nada antes en papel, todo lo hago de manera directa en el teléfono. Es un gran ejercicio de síntesis". Cerca, el teclado de su moderno Samsung S6 aguarda por nuevos tuits. Tan exitoso es en la red que una empresa de telefonía le asignó una ejecutiva para que siempre tenga el mejor equipo. En estos días le entregarán un modelo S7. También le han ofrecido hacer publicidad pagada a través de sus tuits, pero él se ha negado. Y entrega una recomendación: "En Twitter no tiene éxito el comentario plano, sino que son claves el sentido de humor y el sarcasmo".
Otro del 12 de abril: ¡Contrasentido! Mientras en nuestro torneo vemos el peor fútbol en años, Chile ocupa el tercer lugar del ranking Fifa. ¡Exijo una explicación!
Ávila explica su técnica: "No escribo nada antes en papel, todo lo hago de manera directa en el teléfono. Es un gran ejercicio de síntesis". Cerca, el teclado de su moderno Samsung S6 aguarda por nuevos tuits. Tan exitoso es en la red que una empresa de telefonía le asignó una ejecutiva para que siempre tenga el mejor equipo. En estos días le entregarán un modelo S7. También le han ofrecido hacer publicidad pagada a través de sus tuits, pero él se ha negado. Y entrega una recomendación: "En Twitter no tiene éxito el comentario plano, sino que son claves el sentido de humor y el sarcasmo".
¿Fe o juego?
Va rumbo a los 74 años. Su figura se nota más enjuta, su calvicie algo más pronunciada y su barba más emblanquecida.
Va rumbo a los 74 años. Su figura se nota más enjuta, su calvicie algo más pronunciada y su barba más emblanquecida.
—¿Se puede seguir conquistando con más de 70 años?
—¡Por supuesto! Pero es un terreno en el
que no quiero ahondar ya que puede derivar en mi exilio hogareño. En
todo caso, estoy convencido de una cosa: la mujer ama por los oídos.
El tono de voz de Avila sigue igual.
También los énfasis, pausas y ritmos con los que va armando su discurso,
siempre mezcla de sarcasmo, observación y humor. Un relato que
pareciera servir para un escenario político, pero también para monólogo
de stand-up. De hecho, hasta tiene escrito un guión. Es un discurso
fúnebre: en el escenario habrá un ataúd, cirios y un podio donde estará
Avila. Entonces, mirará el féretro y comenzará su relato así: "Ya todos
temíamos que fuera inmortal". Pero no se atreve a presentarlo por temor a
no poder memorizar el texto.
Nada en el discurso de Ávila, virtual o
en directo, parece haber sido de elaboración simple u olvidable. Siempre
queda una estela cuando termina una frase. Como cuando resume el mal
momento de Michelle Bachelet a propósito del caso Caval: "La Presidenta
ha tenido el infortunio de beber la pócima letal que le suministró
Compagnon y su consorte. Su sonrisa ya no es la misma, su mirada no es
igual".
Avila divaga y come. Sibarita, buena
parte de sus mejores momentos los vive alrededor de una mesa. "Mi
especialidad es la punta de picana a la parrilla", dice. Y rescata el
puchero que le hace su mujer. ¿Recomendaciones para comer por los
alrededores de Rinconada? "La Ruca con su chancho y El Barrilito con su
plateada".
—Tiene cerca el Santuario de Santa Teresa y un casino. ¿A cuál va más?
—Ambos son objeto de indiferencia casi
total. Soy más benévolo con la santa y más frío con el casino, aunque en
ocasiones voy a comer o ver un espectáculo. Respecto de la fe, me
siento un agnóstico a tiempo completo. Y ya sin posibilidad de
reconversión.
Hoy, el "estupefaciente" —como él mismo
lo define— que más consume se llama Netflix. Breaking Bad, series de
narcos, producciones de la BBC y House of Cards son sus predilectas.
Todo, mientras prepara un nuevo tuit. Siempre con una nuez como testigo.
Por Rodrigo Barría Reyes