NACIONAL.- (elpulso.cl).- El extitular de Teatinos 120 alaba
a Ignacio Briones y dice que con su lenguaje directo les ha dado una lección a
sus antecesores a cargo de Hacienda, “incluyéndome”.
Acusa que el pecado mayor
en el camino que llevó al estallido del 18 de octubre fue olvidarse de la clase
media que tanto le costó llegar ahí.
Aunque el exministro de Hacienda y ex-DC -hoy, parte del
movimiento Progresismo con Progreso- Eduardo Aninat dice no sentirse de élite,
“porque intelectualmente creo ser súper independiente y rebelde”, recoge el
guante de la crítica que ha surgido hacia ese sector en el contexto de la
crisis social y hace un mea culpa: “Los economistas fuimos los líderes
indiscutidos del país por más de 30 años y no creo que haya sido bueno”,
sostiene. Revisa los factores que, a su juicio, llevaron a este estallido
ciudadano y advierte que ahora el país camina por un desfiladero estrecho,
donde la única manera de salir bien parado y no desbarrancarse “es que muchos
actores políticos y de la sociedad civil encaucen esto y cuiden las orillas”.
Para eso, enfatiza, se requiere hacer las cosas con serenidad y tiempo.
A casi tres meses de
la actual crisis social, ¿por qué llegamos a esto?
-El tiempo es lo fundamental. Este tipo de sociedad
latinoamericana especial como es Chile tenía incubadas cosas bien complejas
desde hace harto tiempo, no en los gobiernos de Bachelet ni de Piñera, pero ahí
empezaron a visibilizarse más, porque hay como cuatro o cinco Chile distintos.
Uno que se corta por factor demográfico: jóvenes, viejos; otro por
hombre-mujer; un tercero por regiones, y otro por caracteres socioeconómicos.
Para los partidos políticos esto radicaba solo en lo económico y/o en lo
social, pero es más complejo: somos, dentro de un solo país, muchas identidades
diferentes. Y ha sido siempre muy difícil de gobernar, de encauzar, complicado
para los liderazgos, lo que es bastante latinoamericano, porque si uno mira la
región, está llena de caudillos, de golpes de Estado.
Pero Chile aparecía muy ajeno a eso en los últimos 30 años.
-En una parte relevante sí lo era, porque habíamos logrado
salir de un modelo de estancamiento, que era el típico latinoamericano. La
siesta que describe García Márquez en sus libros, donde no pasaba mucho, pero
era mediocre. Los campesinos andaban con ojotas. Muy pocos escolares llegaban a
escuelas de calidad y nadie iba a la universidad, solo la súper élite. A partir
de la Concertación, siete de cada 10 hijos de personas de clase media baja u
obrera llegaron a la universidad.
Y en esa época, ¿qué
ocurría con la desigualdad?
-Era 10 veces más salvaje que la de hoy. Lo que pasa es que
no se medía. Así, esta historia social tiene poco estadígrafo en el sentido
largo, 50 a 100 años, en cambio, tiene mucha visibilidad. Pero esa visibilidad,
y aquí hay un primer llamado de atención, fue devorada por el éxito
macroeconómico de Chile. Este país con tsunamis, dos o tres terremotos, crisis
asiática, crisis subprime, coaliciones distintas, logró seguir creciendo. En
cambio, esto mismo en otro país de la región de tamaño parecido podría haber
significado una guerra civil o algo peor. Pero como son las paradojas
históricas, esta especie de delantera en lo macroeconómico escondió los varios
países distintos que conviven en Chile. La tensión de estos grupos sociales se
acrecentó por dos factores: la aspiración que la TV y las redes sociales, la
conectividad rápida, generó, en términos de decir: ‘por qué yo no puedo tener eso
también’. Y, por otro lado, pero en el sentido contrario, el bajo crecimiento
de la economía que se instaló desde el segundo gobierno de Bachelet en adelante
y que hizo que esa incubación de cosas explotara.
Es entonces un
conjunto de factores, no un solo elemento…
-El problema es mucho más complejo de lo que se ha querido
reconocer, porque es histórico y social. Y, además, porque hoy está jugándose
con este factor tiempo de manera muy bipolar, en el sentido de que los
chiquillos de la calle, parte del 1,2 millón de personas que se reunió en la
Plaza Baquedano, tienen una expectativa del futuro muy alta. Y esa expectativa
sobre los resultados sociales, de empleo, económicos, de calidad de vida, no va
a poder ser satisfecha, sino en un período largo y gradualmente, porque Chile es
un país chico y, aunque menos, todavía pobre. Entonces, cuidado con algunos que
protestan prometiendo que el futuro es mejor si hay un cambio total.
Y están los otros, que dicen ‘para qué cambios, un poquito
sí, pero no mucho’. Son los que piensan el tiempo como puro pasado. Entonces,
el tiempo de la Constitución de Jaime Guzmán ya sirve poco, pero el tiempo
futuro lleno de ilusiones es como un libro de Vargas Llosa o García Márquez:
ilusión al final. El tiempo está mintiendo para los dos lados.
Se habla de la
desconexión de la élite con el resto de la sociedad. ¿Hace un mea culpa como
exministro de Hacienda?
-Entiendo que hay una cuenta por cobrar y parto por un mea
culpa de todos los economistas, desde los más famosos de Pinochet hasta
cualquiera de nosotros en la Concertación y en la ex Nueva Mayoría, y los de
centroderecha, excepto Briones, que está empezando. El mea culpa tiene que ver
con que las expectativas que se crearon a partir del discurso oficial no
calzaban con la necesidad de ajustes importantes y cambios al sistema que en lo
político hablaran con lo social y con lo económico. Es decir, el mea culpa es
que los economistas fuimos los líderes indiscutidos del país durante más de 30
años y no creo que haya sido bueno. Era necesario al principio por los
descalabros de Allende y de Pinochet, pero de un ‘necesario’ pasó a ser la
tónica. Los economistas, formados en la ciencia tecnocrática, pensamos de una
manera muy específica y focalizada, todo bajo la noción de la asignación de
recursos. No digo que no sea importante, pero es un lenguaje que se quedó corto
para el tipo de sociedad que creamos.
¿Fue responsabilidad
de los economistas o del mundo político que les permitió esa supremacía?
-En parte de los políticos, que nos hicieron caso. Ahora,
ojo, no digo pasarnos al otro lado, pero haber tenido algo de más equilibrio en
esa supremacía de los economistas. Dominamos por más de 30 años la economía
política de Chile y creo que fue un error. Pero ese no fue el pecado más
importante.
¿Cuál fue ese pecado
principal?
-El pecado mayor fue olvidarse de la clase media, que le
había costado mucho llegar hasta donde lo hizo: educar a sus hijos con o sin
CAE, tener un auto pequeño para el grupo familiar, tener una libreta para una
vivienda, aspirar a vacaciones en la costa central, tener celular y pagar con
tarjeta de crédito. Ese acceso creó una clase media de casi el 60% de la
población de Chile, que escuchaba las expectativas que se sembraron desde el
discurso económico: empresarios, Banco Central, Hacienda, Economía, gobiernos,
La Moneda, y que decían ‘mañana mejor’, ‘mañana mucho mejor’, ‘pasado mañana
híper mejor’. Fuimos un país exitista. Y hoy esa clase media se aburrió, porque
las promesas y esos discursos oficiales no se cumplieron según sus
expectativas. Ellos no tienen la memoria de cómo vivían sus abuelos y sus
padres, o no quieren tenerla, porque entonces tendrían que ser más justos y más
pacientes. Pero ya no la tienen, se cabrearon, ellos dijeron basta. Sin
embargo, todavía no han hecho grandes protestas y ese es mi temor, que puedan
sumarse, porque ese sector hoy tiene temor de caer al grupo de pobreza. Por lo
tanto, le diría a La Moneda, ojo con quedarse solo con la visibilidad de los
chiquillos de entre 12 y 20 años que afectaron la PSU. Cuidado con que la
agenda comunicacional del gobierno solo apunte a eso, porque hay una clase
media que si llega a frustrarse más de la cuenta, y hoy está al límite, puede
decir un ‘ya basta’ mucho más fuerte.
¿Teme entonces que se
ahonde la crisis?
-No quiero ser catastrofista. De hecho, soy un poquito
optimista. No conozco ninguna revolución y soy bien historiador, que se haya
hecho sin campesinos y obreros. Y hoy día los campesinos están trabajando,
tranquilos, la mayor parte de las regiones también, y a los empleados de clase
media no les gusta lo que pasa, ni han participado. Entonces, esta es una
rebelión juvenil, focalizada en cinco o seis cosas, a la que hay que darle
pelota, pero no es una revolución y ojalá no llegue a serlo.
¿Y cómo prevé el
escenario macroeconómico 2020?
-Mi visión es que el crecimiento del PIB este año será del
orden de 0%. Tenemos un pequeño veranito de San Juan, más otro técnico. El
veranito de San Juan es la locura de Irán y EE.UU. que ha elevado el precio del
cobre. Y el veranito técnico es que nos pusimos keynesianos, es decir, hoy el
estímulo fiscal es más rápido y va a mandar más. La combinación de esas dos
cosas puede hacer que la expansión de la economía no pase a terreno negativo.
En muchos sectores la inversión va a estar semicongelada. A los inversionistas
les preocupa, más que el ruido de la calle, cómo se llega y qué Constitución se
legisla.
¿Cuál es su posición
para el plebiscito sobre una nueva Constitución?
-Soy muy partidario de una nueva Constitución, pero no
adelantaré cómo voy a votar, porque falta mucho trecho de cómo llegaremos a
eso. Lo que no me gusta del ejercicio es que de nuevo fue Sí versus No. Se
podría buscar una fórmula -y eso me ayudaría a votar por el Sí- no tan
polarizada. Por ejemplo, que en las negociaciones serias y previas que se están
produciendo, el sector proclive al Sí acepte formalizar que no va a cambiar el
estatuto y rango de independencia del Banco Central. Y, por otra parte, que el
sector del voto No formalice previamente que acepta modificar, por una ley
aparte, el tenor y composición del Tribunal Constitucional. Así vamos saliendo
de una disyuntiva tan rígida y bipolar. ¡Si vamos a vivir todos en el mismo
país!
¿Cómo lo han hecho el
gobierno y el Presidente Piñera?
-Tuvo un buen primer año, pero luego comenzaron los errores,
cuando un excanciller lo llevó a Cúcuta a meterse en algo que ahora se lo están
devolviendo. Y luego, pensando en la COP25 y en la Apec, cuando estaba
incubándose todo este proceso. Lamentablemente, para un Presidente es más
obligación tener un cable a tierra que para usted o yo.
¿Ve al Presidente
Piñera terminando su período?
-Sí, absolutamente. Si el Presidente Piñera no termina su
mandato, entonces ahí sí que Chile pasaría a ser un país súper Macondo. Pero lo
va a terminar, estoy seguro que lo hará y la gente bien inspirada de izquierda
así lo dice, aunque en privado.
Al que usted ha
alabado mucho es al ministro de Hacienda Ignacio Briones, ¿por qué?
-Porque tiene un lenguaje austero y realista, muy de donde
estudió en París, y dejó de estar centrado solo en temas financieros o de puras
cifras.
Dijo que les ha dado
una lección a los anteriores ministros de Hacienda del país…
-Incluyéndome.
¿Cuál es esa lección?
-La lección es hablar un lenguaje directo, sin escabullirse,
para la gente y sin sembrar promesas que no puede cumplir.
Frente a esa mayor
sencillez, ¿diría que fueron un poco soberbios los anteriores ministros de
Hacienda?
-Efectivamente, fuimos soberbios los ministros de Hacienda,
algunos más que otros.
¿Y usted, en
particular, lo fue, lo reconoce?
-Sí, un poco. No estoy en la lista de arriba de los
ministros de Hacienda más soberbios, pero tampoco entre los más humildes. De
Pinochet en adelante no ha habido ningún ministro de Hacienda humilde. Ahora,
eso obedece también a que cuesta harto ser ministro de Hacienda, tratar de
hacer las cosas bien y tener a la oposición al frente y, además, a varios de
tus ministros colegas en contra. Se necesita algo de arrogancia.
¿Cómo avizora el
camino de Briones? Ya fue interpelado, lo que indica que la luna de miel con el
Congreso concluyó.
-Si se empieza a apostar en contra del ministro Briones más
vale ponerle lápida al país, ¿porque sería para ir a buscar a quién? Si se
empieza a jugar con que el ministro de Hacienda está débil, entonces Chile no
tiene destino.
En ese sentido, ¿qué
evaluación hace del mundo político?
-Me impresiona que el PC, que hoy mi olfato me dice que
tiene mucho menos del 4% de los votos, sea el mandador del país, el que
establece la verdad. Y por otro lado está el FA, que son jóvenes que piensan
mucho en derechos y poco en deberes, bien intencionados, pero desordenados.
Y a su expartido, la
DC, ¿cómo lo ha visto en este estallido?
-La DC no lo hizo tan mal en el primer año de Piñera. En el
pre 18-O lo hizo bastante bien y tampoco tan mal ahora. Me ha impresionado un
poco para mejor y RN y Evópoli también para mejor.
De aquí a tres años,
¿qué espera para Chile?
-Estamos caminando por un desfiladero con borde izquierdo y
borde derecho, que no es muy ancho, para mover millones de personas para
adelante. Entonces, la única manera es que muchos actores políticos y de la
sociedad civil encaucen esto y cuiden las orillas, porque si no nos podemos
caer al barranco. Los límites por ambos lados ya los vivimos. Si hacemos las
cosas con serenidad y tiempo, podemos salir mejor de esta crisis.
¿Y si no?
-Vamos a ser un país como muchos en Centroamérica, donde no
pasa nada, la gran siesta, pero donde los pobres son los más perjudicados,
porque no tendrán movilidad, ni presente ni futura.
Ajustar el sistema económico
Otro supuesto
culpable al que se ha apuntado en esta crisis es el modelo económico de las
últimas décadas. ¿Comparte esa crítica?
-El sistema económico -no el “modelo“- que se aplicó en
Chile desde 1985-1986 hasta el año pasado es un capitalismo de mercado, que
impera hoy en más de 100 países, combinado con regulación, control y políticas
sociales de Estado. Por cerca de 35 años ese sistema produjo un alto
crecimiento promedio y una reducción sustantiva de la pobreza. ¡Dos importantes
logros! Hoy hay que ajustarlo fuerte para que posea “mejores dientes“ en su
componente social. Dicho en pocas palabras: que le llegue más directo o limpio
a la gente de todo el espectro de la sociedad. No solo para algunos.
Usted no habla de
neoliberalismo como lo denominan otros…
-Sobre neoliberalismo económico se escribe por aquí y por
allá. Mi reclamo es que nadie lo define como término, es un adjetivo tipo
acordeón, o hasta un eslogan fácil. A nivel global y en Chile se debe ir
tomando conciencia que para temas humanos de relevancia larga como son
medioambiente, economía circular y participación de la gente en temas públicos
de la ciudad, el capitalismo como sustento de base se queda muy corto o
ineficaz en el siglo XXI. Vea cómo en EE.UU., Europa y Asia este sistema mixto,
pero capitalista de base, empieza a tener tensiones. Pero hay que ser claros:
esas tensiones son tanto en los capitalismos de dominio privado, y mucho
mayores aún en los capitalismos de Estado, como los casos de Rusia o China.
Este es un temazo que dominara la agenda 2021-2030 en el mundo.
En Chile este
sistema, entonces, ¿requiere ser reformado con la retroexcavadora que plantea
Jaime Quintana, o con ajustes y una adaptación a los nuevos tiempos, pero sin
maquinaria pesada?
-¿Sabe lo que requiere? Inteligencia, racionalidad y
solidaridad, pero moderna, no en el lenguaje de los 70, de los 80, de la
confrontación, o del exitismo de los 2000. Por ejemplo, el ministro Briones, si
dura en su cargo, que yo espero que así sea y lo he apoyado con todo, y sigue
usando el lenguaje que tiene y sigue priorizando los temas que ha levantado,
podría llegar a ser uno de muchos soldados de este nuevo esquema diferente, no
exitista, austero, solidario y aterrizado en las principales prioridades.
Algunos economistas de izquierda, lamentablemente, tomaron la píldora de la
ilusión y quieren volver a una economía romántica, extraña.
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