¿A qué tiene uno derecho al ir a
un restaurante, a un bar o a una sandwichería?
Tengo la respuesta a eso: a que
te guste todo lo que te ofrezcan, de no ser así puedes correr el riesgo a que
te amenacen e incluso a que te echen del local donde estás consumiendo. Aunque
no lo crean, no estoy exagerando.
Si se preguntan dónde pueden
ocurrir estas cosas les daré el siguiente dato, señoras y señores, que de
seguro les interesará: ayer 27 de febrero, alrededor de las 16:30 hrs., ingresé
junto a mi polola a Panitao, un local de venta de sándwich, jugos, cervezas,
etc., ubicado en la calle Libertad, entre Isabel Riquelme y Sargento Aldea en
Chillán. A los pocos minutos de ver la carta se nos acerca mesera a nuestra
mesa en la terraza y nos toma la orden: dos sándwich, un jugo natural de
frambuesa y, he aquí el meollo de todo el asunto, un jugo natural de melón
tuna. Como es común en todos los restaurantes los jugos llegaron primero que la
comida y eso lo encontramos encantador porque había que paliar el calor de la
tarde estival chillaneja. Tras darle el primer sorbo a mi jugo de melón tuna
noté algo raro como cuando la fruta está “pasada”, “añeja”, “extremadamente
madura” y, me detengo en la descripción, puedo agregar que “un tanto agria”.
Para corroborar le di un segundo sorbo con el cual constaté mi primera
apreciación y por ende me dije: no me gustó el jugo, acto seguido llamé a la
mesera y le expliqué que necesitaba que me cambiaran el jugo porque tenía mal
sabor, porque no me gustó, porque la fruta esta añeja, etcétera. Nos mantuvimos
conversando un rato más, hasta que vi venir nuevamente a la mesera quien en su
mano traía –para mi sorpresa– el mismo vaso de jugo de melón tuna con la fruta
añeja y me señala que: “me dice mi jefe que no le puedo cambiar el jugo porque
ya lo probaron” y yo, un tanto desconcertado por la situación, le respondo: “de
qué manera puedo saber si me gusta o no un jugo si no lo pruebo”. ¡Qué
barbaridad! –pensé. Para no discutir con la mesera quien solo era un
intermediario en la cuestión y con la idea de arreglar el asunto en privado
(sin hacer un escándalo en el local), decidí entrar y conversar con él: pensé que iba a ser breve
el asunto, sólo era el cambio de un jugo, ¿qué problema podría haber con
aquello? Craso error.
Seré bastante breve en la
descripción de la conversación que, a mi gusto, goza de una inutilidad
asombrosa y con la cual sólo obtuve un mal rato y un comienzo de gastritis
nerviosa. Tras explicarle mi intensión y mi disgusto por el jugo de melón tuna
con fruta añeja que me sirvieron, él se limitó a responderme –con bastante
prepotencia, debo recalcar– que no haría el cambio porque ya había probado el
jugo y que incluso debía pagarlo. ¿Pagar un jugo que no consumí, que no era de
mi gusto y que mandé a devolver explicando las razones necesarias? Me parece el
colmo. Así fue como la conversación fue subiendo de tono y el dueño del local
me hizo ver que tenía que pagar el jugo y que si no lo hacía –en tono
amenazante– me dijo: “te saco a combos de aquí”. Tras mi negación, caminé
nuevamente a la mesa donde mi polola me esperaba con el rostro desconcertado,
un ¿qué está pasando? Se leía en su cara. Luego de explicarle brevemente lo
ocurrido se nos acerca un cocinero, quien en tono seco y violento me dice:
“váyanse de aquí, váyanse ahora”, mientras diligentemente tomaba de mi silla
para apurar su orden. En fin, nos fuimos en silencio e irritados frente a la
mirada perpleja del resto de los consumidores de las otras mesas. ¡Qué vergüenza
y qué mal rato! Si resumo, en sólo 15 minutos en el Panitao vulneraron mi
derecho a consumir algo de mi agrado, me amenazaron y luego me echaron del
local. Después, una vez que me fui de ahí pensé en llamar a los carabineros,
pero ya no quería más malos ratos.
Mi intención con esto no es hacer
mala publicidad, para nada; sino, por un lado, mostrar la intransigencia y
violencia con que nos atienden en algunos locales (no digo que sean todos) y,
por otro lado, prever y advertir a toda
persona que vaya al Panitao que no se les ocurra por ningún motivo –y lo digo
en serio– ordenar un jugo de melón tuna
ni menos mencionar su descontento por él. ¡Qué va! El único derecho es que te
guste sí o sí.
Iván Baeza Barra
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