La desenfrenada doble vida que llevó al cura Fernández a su muerte

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Prueba de ello es que completaba casi 10 años en la empresa, asunto impensable en un sujeto desordenado.
Por lo mismo nadie que lo conociera, lo habría imaginado hoy en prisión preventiva por ser el presunto autor de uno de los homicidios más impactantes de los últimos años, el del sacerdote Cristián Fernández Fletá, quien fue hallado muerto de 16 puñaladas en su casa, el pasado 6 de abril de 2009.
El detenido, quien presenta domicilio en la Población Sargento Candelaria, al sur de Chillán, tampoco ha confesado ser el asesino.

“Es que reconocer un homicido así es muy difícil, porque primero estaría confesando ser el culpable y segundo se estaría dejando asociar a un crimen pasional, por lo que se estaría poniendo la chapa de homosexual...u homofóbico y ambas cosas le traerían problemas”, reflexionan en la Policía de Investigaciones, cuya Brigada de Homicidios tras casi cuatro años de investigación logró dar con su objetivo mediante la comparación del ADN extraído de la muestra de saliva tomada a Cartes luego de una interrogación el 12 de noviembre de 2012 y el que se extrajo de un vello púbico levantado esa noche desde el baño de la casa del religioso, más el de una gota que presentaba mezclas de la sangre de la víctima y del imputado, evidencia encontrada en el lavamano esa noche. Como se puede entender, tales evidencias asoman como concluyentes e incontestables para la Fiscalía local de Chillán, quien en voz de la abogada Marcia Venegas, titular de la causa, consiguió la prisión preventiva para Cartes Parra.
Ante la pregunta si Elías había dado señales de tener inclinaciones homosexuales u homfóbicas, su madre, María Parra, contesta con un seco “No, nunca, él era una persona normal, muy sensible y siempre cercana a la Iglesia”.
La respuesta encontró eco en una misteriosa (y algo picarona) sonrisa que profirió María José Elgueta, una ex polola del imputado, como queriendo decir “me consta que no es gay, muy por el contrario”.
La mal reputada casa
El crimen del cura Fernández fue en su casa, de la calle Echaurren 158, en el sector Huambalí, domicilio al que acudía en forma esporádica, ya que había estado cumpliendo funciones eclesiásticas en La Serena y en Puerto Montt, donde había sido llamado para quedarse.
Pero debía seguir presentándose en Chillán para cumplir con un lío legal producto de un accidente de tránsito.
La solución entonces era arrendarla a conocidos, bajo la condición de que le dejaran un dormitorio a disposición libre y el cura acudió a una cercana amiga, la actual pareja de Cartes, quien feliz aceptó la oferta como una posibilidad de independizarse.
Sin embargo, la pareja no se encontró con el mejor de los escenarios. Vecinos del sector como Francia Ferrada, aseguran que “ese cura hacía clases, no me acuerdo en qué colegio, y siempre salía a conversar con los jóvenes. Era buena persona, igual buena onda, pero nadie lo pescaba mucho, porque todos cachaban que se llevaba todos los fines de semana a puros cabros jóvenes y se armaban los medios carretes en su casa. Demás que era gay”.
Lo anterior se confirma en las indagaciones que hizo la PDI, al buscar al asesino, puesto que se entrevistó con al menos cinco jóvenes de Chillán y de otras comunas, todos ellos de clase media y media baja, no mayores de 21 años, quienes confesaron haber sido parejas del sacerdote. También, otros curas reconocieron haber tenidos relaciones con él.
La misma brigada investigadora, confirmó que el religioso era habitual en la desaparecida discoteca gay Kalua y también de la Frida Kahlo. Y pese a que la pareja ya se encontraba instalada en su casa, el cura siguió con el hábito de llevar jóvenes que recogía en la calle y encerrarse con ellos en su pieza, lo que tenía muy contrariado a Elías Cartes. “Lo que a él le dolía era ver a un cura hiciendo esas cosas, pero lo que hizo que se quisiera volver a la casa fue una noche en que uno de los jóvenes se puso a gritar para que lo sacaran de la pieza y el cura no lo quería dejar salir. Eso no lo soportó mi hijo, y se vino de nuevo a vivir conmigo”.
Según contara María Parra, esa semana su hijo estaba deprimido al punto que no podía dormir bien. El 5 de abril de 2009, el cura se reunió con la polola de Cartes, le pidió perdón por lo acontecido y a modo de compensación, les ofreció irse para siempre y regalarles la casa. Ella aceptó, pero Elías “no quería volver, no quería saber más de esa casa”, dijo su madre.
Esa noche, sería la última para Fernández. Unas huellas de un hombre alto parecían haber cerrado por dentro el portón de la casa del cura. Las mismas que se imprimieron con sangre en el piso, hacia el baño primero y a la salida después. “Esa noche mi hijo estaba aquí en mi casa, de hecho le tuve que dar una pastilla para que se durmiera”, aseguró María.
Lo interrogó la PDI esa misma mañana, pero declaró no haberlo visto más desde que se fue de la casa. Sin embargo, el tranquilo de Elías, pasó la semana siguiente buscando aislarse y poder llorar.

Fuente: La Discusión

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