Todo era oscuridad. En un estado de semi conciencia, María Angélica Guerrero -quien de paso, le hace honor a su apellido-, sólo escuchaba el ruido de los automóviles pasar raudamente por la Ruta 5 Sur, y un viento aterrador.
Secretaria durante treinta años de la dirección del Liceo Vida Nueva, junto a su hermana, Ana, había tomado el bus Vía Costa que salió de Chillán a la 1.30 de aquel martes 28 de febrero. Debían estar en Santiago temprano en una notaría, para efectuar un trámite familiar.
“Fueron los únicos pasajes que encontramos, asientos 25 y 26, en la fila detrás del conductor. Ella escogió ventana”, cuenta Ana, quien casi todos los días la visita en el pabellón C del Hospital modular Herminda Martín.
Iban conversando. Recién llevaban media hora de viaje, cuando María Angélica sintió un gran impacto en la espalda, como si una plancha de fierro le hubiese caído encima.
“No supe qué pasaba. Le pregunté a mi hermana y de ahí perdí el conocimiento, hasta que reaccioné con un fuerte dolor en el brazo. Quise moverlo, y me di cuenta que no podía”, relata, mientras le pide a Ana que le seque una lágrima que cae de su ojo, que desde hace días le llora.
Ellas son sobrevivientes del accidente que dejó siete víctimas fatales y que involucró a 91 personas, tras chocar un bus Berr Tur que venía de Chol Chol al Vía Costa en que viajaban, provocando el volcamiento de este último.
“Me encomendé a Dios. Me percaté que tenía movimiento en mi mano izquierda, y como pude, la arrastré hasta mi brazo derecho y no lo solté más, porque sabía que no tenía mi extremidad. Si no la apretaba, la perdía. Me acordé de Daniela García, la chica que se cayó de un tren y perdió sus extremidades... Sentía ruidos de fierros, una velocidad vertiginosa que pasaba al lado de mi rostro”, relata.
Cómo no, si quedó expuesta, en plena carretera, y atrapada. No podía mover sus brazos, tampoco sus piernas, y algo la aplastaba.
“El dolor se iba trasladando hasta mi cabeza, asfixiándome, y ahí me acordé de mi hermana. La llamé y me salvó, pues tenía espacio para salir, pero no podía moverme”, sostiene.
Ana, quien resultó herida, pero más entera, agrega que no sabe de dónde sacó las fuerzas para levantar los asientos.
“Me encontró boca abajo, en cuclillas. Yo en todo momento intenté moverme, para que supieran que estaba viva. Mi hermana pudo comunicarse con nuestros familiares vía celular, y la ayuda llegó rápido”, cuenta.
Primero fue derivada al Hospital de San Carlos, donde le dieron primeros auxilios y le estabilizaron el brazo. Próxima parada, el hospital del Chillán.
“No tengo nada que decir, me han atendido muy bien. Ya llevo tres operaciones, y lo más probable es que el lunes vuelva a pabellón. Aún no sé cuándo me darán el alta, pues depende de cómo evolucione”, sostiene.
“Mis manos son vitales para mi trabajo”
Soltera, pero con una familia muy unida, que la ha acompañado en todo momento, María Angélica reconoce que su vida dio un giro de 180 grados.
“Yo era una persona activa, muy buena para caminar. Me encantaba hacer todo tipo de labores con mis manos, pintar, clavar, trabajar la tierra. Nunca me quedó nada chico. Imagínese lo que es no poder ni siquiera poder limpiarme mis ojos, pese a que poco a poco he ido recobrando la movilidad.
- ¿Tiene esperanzas de retomar sus labor como secretaria?
- No, eso ya lo descarté. Mis manos son vitales para mi trabajo, y no me queda de otra que jubilar. Pero de que voy a salir adelante y voy a recuperar la movilidad, eso sí. Agradezco a todos quienes me han venido a visitar, gente del liceo y amigos, y a quienes hicieron cadenas de oración por mi salud.
- ¿Cómo ha funcionado el sistema de Salud hasta el momento?
- Hasta ahora, no he tenido problemas. Yo estoy en Fonasa, y espero que todo continúe así. Sí siento la pérdida de dos pares de lentes en el accidente.
- Luego de una tragedia de esta magnitud, se prometen muchas cosas. ¿Qué conclusiones saca Ud.?
- Hago un llamado a las autoridades para que aumenten las fiscalizaciones, y a los empresarios de buses, para que respondan y velen por la idoneidad de sus choferes, porque si las cosas funcionaran bien, no ocurrirían tanto accidentes.
- Cuando se recupere, ¿Qué es lo primero que piensa hacer?
- No pienso en nada, no proyecto el futuro. Estoy concentrada en recuperarme, en el día a día. Lo único que anhelo es poder valerme por mí misma. Mientras una persona no pase por esto, no puede imaginar lo que es no poder hacer las cosas más básicas.
Fuente: La Discusión