En pleno mes de los campesinos y campesinas, un grupo de agricultores de Parral representa con orgullo la esencia de la producción nacional de arroz, actividad clave para la seguridad alimentaria del país.
Juan y Edgardo Canales Rojas, junto a su cuñado Juan Salas, cultivan arroz en Ñuble y Maule con una combinación de tradición y tecnología. “Mi papi sembraba arroz y uno desde chico le tocaba ayudar”, recuerda Edgardo. Hoy, la escena ha cambiado: nivelación láser, drones y cosechadoras reemplazan a los antiguos caballos.
La adaptación ha sido vital. Bajos rendimientos, falta de agua y altos costos empujaron al cambio. Con apoyo de INDAP, INIA y FIA, los agricultores adoptaron variedades más resistentes y técnicas eficientes, elevando la productividad sin perder el vínculo con la tierra.
“El arroz chileno lo cocina y al otro día está igual de sabroso”, asegura Edgardo. Las industrias como Tucapel, Carozzi, Santa Marta y Aparicio y García valoran su calidad. Aunque la producción local no cubre toda la demanda, en la zona centro sur se impone por sabor y textura.
Con los pies aún en el barro, los arroceros de Parral demuestran que el campo chileno sigue en pie, más moderno, pero fiel a sus raíces.
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