Del triunfo a la derrota hay un largo camino.


Los triunfos y las derrotas políticas no son producto del azar, tanto la una como la otra responden a procesos que en general son largos y que requieren una cierta permanencia en el tiempo. Bien sabido es que las derrotas políticas son absolutamente huérfanas y que los triunfos están llenos de padres putativos, que se arrogan participación muchas veces muy poco comprobables.

Pero vamos al asunto: los triunfos tienden a sobredimensionar la participación y la capacidad de algunos y se enfrenta cierta obnubilación que lleva, en muchos casos, a análisis un tanto exacerbados del proceso ganador. Una situación absolutamente distinta es la derrota política, en donde se tiende a culpar a un par de individuos o un par de circunstancias puntuales que habrían llevado al desastre electoral, como si un par de acciones bastaran para explicar la derrota.

En mi breve experiencia política el proceso de derrota electoral es producto de un largo proceso de desaciertos y una serie concatenada de malas decisiones. Mala conformación de equipos, falta de capacidad de análisis, carencia de redes políticas, carencia de lealtades internas, falta de lectura de realidad de la población votante, desconexión con lo ciudadano, malas decisiones referidas a prioridades de las vecinas y vecinos, mala lectura de comportamientos dañinos de quienes conforman el equipo mas cercano… en fin, una serie de cuestiones diversas que van abriendo una herida supurante entre el candidato y el electorado. Pero quizás si lo mas puntual en el análisis de una derrota es el comportamiento de quien ocupa el cargo y aspira a una reelección. 

 En el análisis puntual en San Carlos, asoma muy frecuentemente, un par de cuestiones referidas al propio personaje: por una parte sufrió el SINDROME DE ALTURAS, que es el mareo propio de quien dirige una comuna, que frecuentemente también demuestra que no estaba preparado para un cargo tan relevante y por otra parte LA INFLUENCIA DAÑINA Y ENFERMIZA DE UN PAR DE ACTORES que frecuentaron  el círculo más íntimo del mandatario comunal. Estos dos factores son fundamentales para explicar una derrota,  aun cuando están lejos de ser los únicos.  

En lo referido a la situación de la histórica derrota de Suazo, con una votación menor incluso a los 5.091 votos que lo llevaron a la alcaldía, habiendo aumentado la masa votante en poco mas de dos tercios, esta situación demuestra que en poco mas de tres años perdió mucho mas de lo que ganó en materia de adhesión. Con la soberbia propia de quien dirige como un verdadero reyezuelo pensó que quienes lo llevaron al sillón municipal eran desechables y terminó al poco tiempo por despedirlos a todos y se quedó con un séquito de aduladores (as). 

En su análisis estrecho y seducido por un equipo cercano despolitizado, tomó siempre y sin dudar las peores decisiones. Trabajó poco, se distrajo en conquistas más personales que colectivas, seducido por el poder pensó que una reelección era posible, solo porque contó con el aparataje municipal, en donde los funcionarios, como buenos funcionarios públicos eran obligados a participar sin ninguna convicción, cuestión que tampoco supieron leer, estuvieron siempre hablándose entre ellos mismos.

En este artículo, es una tentación el hacer leña del árbol estrepitosamente caido, pero más allá de ese legítimo impulso, se trata de analizar por qué un alcalde en ejercicio en su primer período cae de manera tan brutal, vamos por parte:  No contó con un equipo de confianza que le hiciera ver sus errores, eso es letal, por otra parte su equipo de campaña no conoce los rudimentos básicos de una campaña, además no conocen la comuna y mucho menos a sus votantes.

 Poco o nada supieron sobre publicidad política en redes sociales en donde evidenciaron absoluto desconocimiento, no supieron valorar las RR SS como un elemento fundamental a la altura del tradicional puerta a puerta. El candidato por más que trataba de convencer jamás mostró una oratoria convincente, mas allá de su permanente manoteo frente a las cámaras, además se suma a su habitual descuido de imagen, que en campaña es fundamental para provocar ciertas sensaciones de certezas y seguridades… en fin, el listado sería largo de enumerar, pero quizás si lo que más pasa la cuenta en una derrota, es la figura del candidato sumada a la figura de quien dirige la campaña, que en este caso se trató de un personaje que es operador político del gobernador Crisóstomo, que  además no es de la comuna y por tanto no la conoce. En cualquier caso cumplió con su cometido como operador político, porque el gobernador tuvo en San Carlos una muy buena votación.

Las derrotas enseñan siempre, porque los derrotados siempre se quedan solos, la derrota se vive en solitario y es una muy buena oportunidad para la reflexión una vez que se supera la legítima rabia, en tanto el riesgo de la victoria es que jamás estás solo, siempre habrá alguien tratando de estar al lado del ganador, adulando, recomendando, pidiendo espacios… en fin, la victoria es peligrosa, arrogante, tentadora, mareadora con alto riesgo del síndrome de altura.

Suazo siempre quiso pasar a la historia y lo logró: el alcalde que asumió con la mas baja votación (5.091 votos) ; quien menos gobernó ( 41 meses); único alcalde que en su primera reelección no logra el triunfo; el único alcalde en ejercicio que en su primera relección ocupa el cuarto lugar, muy por debajo del ganador… es decir, deseo cumplido, Suazo ha pasado a la historia de San Carlos.

Finalmente, las derrotas son lejos la mejor oportunidad para aprender, para reflexionar y tomar decisiones, además que las derrotas en política son siempre breves, porque siempre habrá segundas oportunidades, solo hay que estar preparados, solo hay que tener la disposición, solo hay que volver a tener ganas. 

Ricardo Olmedo Pontigia 


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