¡Mierda! ¡La economía!


Columna de Daniel Matamala: (LT Domingo).-  Una persona entra una puerta de seguridad luego de volver a abrir la tienda en Providencia luego que se levantara la cuarentena que vivía la comuna producto de la pandemia de COVID-19 que vive el país

¡Mierda! ¡La economía!”, grita despavorido un dinosaurio mientras ve un asteroide a punto de impactar la Tierra. El meme -divertido y efectivo- resume bien el sentido común de estos días: hablar de la economía es una frivolidad en un momento en que la única preocupación debe ser evitar las muertes por el coronavirus.

El dinosaurio no solo es estúpido. Además, es inmoral. La discusión maniquea que domina las redes sociales no admite grises: de un lado, los altruistas preocupados de salvar vidas. Del otro, los codiciosos dispuestos a sacrificar inocentes con tal de cuidar sus bolsillos.

La bolsa o la vida. Para cualquier persona con un mínimo de ética, resulta obvia la elección.

Pero, lamentablemente, la vida real es más complicada que esas caricaturas.



Esta semana, el FMI anticipó que esta será la mayor crisis económica mundial en al menos 90 años, y el ministro de Hacienda sinceró que, “sin duda”, 2020 será el peor año para los hogares chilenos desde la traumática crisis de los 80.

Esos fríos números tienen un efecto directo: matan personas. Un país empobrecido tiene menos recursos para construir hospitales, formar médicos, vacunar a su población y tratar las aguas servidas. La relación es directa: mientras más rico es un país, más viven sus habitantes: 85 años en Singapur contra 59 en Somalia; 84 en Suiza contra 53 en la República Centroafricana. Mientras más ingreso per cápita, menos niños mueren antes del año de vida: 0,1% en Luxemburgo contra 8,7% en Sierra Leona.

Lo mismo ocurre dentro de cada país. Una familia más pobre se alimenta peor, vive en un ambiente más insalubre y, en consecuencia, muere antes. En promedio, una mujer de Vitacura o Providencia llega a los 88 años de edad. En La Pintana, solo a los 77. Son 11 años robados por la pobreza. Un niño nacido en Tiltil tiene el doble de probabilidades de morir antes del año de vida (1,02%) que uno que tuvo la suerte de nacer en Las Condes (0,49%).

La pobreza enferma y mata. Y también lo hacen las crisis económicas.

“El crecimiento económico es el factor más importante en la duración de la vida”, concluye el profesor de epidemiología de Yale Harvey Brenner, tras un estudio que comprobó la relación directa entre cesantía y mortalidad. “El empleo es el elemento esencial del estatus social y tiene consecuencias muy importantes para la autoestima”, dice Brenner. “Cuando lo pierden, las personas se vuelven más susceptibles a la depresión, las enfermedades cardiovasculares, el sida y muchos otros males que aumentan la mortalidad”.

Otro estudio, del Hospital Universitario de Copenhague, Dinamarca, comprobó que los pacientes con problemas cardíacos tienen 50% más riesgo de fallecer si pierden su empleo; la cesantía resulta más mortífera que tener diabetes o infartos previos.


Una investigación de científicos estadounidenses y canadienses que analizó más de 20 millones de pacientes en todo el mundo concluyó que el riesgo de muerte entre los cesantes es 63% mayor que entre quienes tienen trabajo.


Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente

World News

نموذج الاتصال