De consumidores a ciudadanos: Nuevo pacto o contrato social



De consumidores a ciudadanos: Nuevo pacto o contrato social

El colapso de los regímenes militares en Latinoamérica, fue seguido de sistemas democráticos que no han podido superar la herencia reaccionaria dejada por esos regímenes.
A raíz de esta situación nos enfrentamos a una coyuntura en que se levanta con fuerza la demanda por un giro significativo en el desarrollo histórico, social, económico y cultural, que se aparte del modelo de desarrollo neoliberal impuesto en la década de los ’90, carente de todo equilibrio. Al respecto Hugo Zemelman (2005), señala que las posibilidades de sobrevivencia de la humanidad están siendo cercenadas, primando “(…) el afán de lucro y lo que acompaña a éste; la voracidad e irracionalidad en el uso de los recursos”. 

La gente que está en la calle percibe dominación de los sectores económicos, tanto  nacionales e internacionales, presionando a los gobiernos para mantener su control y poder. 

Los actuales sectores dirigentes de los países latinoamericanos, y en especial de Chile, están despojados de capacidad y vocación dirigente, conformándose el antiguo diagnóstico referido a que antes que empresarios, son señores; pero más aún, antes que señores son simples rentistas y especuladores (Hugo Zemelman, 2005), lo cual agudiza los problemas económicos y socioculturales.
Estos sectores dirigentes buscaron moldear un sujeto disciplinado, que transitara de ciudadano a consumidor. Este discurso de poder no se efectuó con preceptos y prohibiciones, sino que se manifestó a través de la técnica de poder “que cuida de que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación” (Byung-Chul, 2014:16). 

Su particular eficiencia se debe a que no actúa a través de la prohibición y la sustracción, sino de complacer y colmar. En lugar de hacer a los hombre sumisos, intenta hacerlos dependientes.
Esto fue posible utilizando los mecanismos propios del mercado como son el endeudamiento, el individualismo y el consumo exacerbado.

Sin embargo, en Chile, los ciudadanos despertaron, tomaron consciencia de la situación de agobio, maltrato, abuso y desamparo en la cual sobreviven muchos en el día de hoy, carentes de toda vida digna. Es un grito, una esperanza, pero sobre todo es una desobediencia al sistema económico establecido por la clase política. Hoy se exige que los cambios sean estructurales en beneficio de la ciudadanía, lo cual significa establecer un nuevo pacto o contrato social.


De ciudadanos a consumidores

El neoliberalismo muestra hoy sus aspectos más encubiertos y deleznables. Este sistema político y económico buscó construir una sociedad individualista, en donde los ciudadanos vivieran preocupados de sí mismos, donde la población no se levantara por nada ni nadie; de esa manera, los sectores dirigentes podrían dominar a cada individuo directamente (Russell, 1951). En Chile, durante tres décadas los sectores dirigentes efectuaron episodios de extorsión, ocultamiento de información, fraude sistemático, malversación de fondos, violación de la ley, falsificación de testimonios, alienación del pensamiento educativo y corrupción de la administración del Estado. Todas estas acciones fueron justificadas por cada sector como parte de su derecho y poder.

Además, los sectores dirigentes buscaron debilitar el pensamiento y la voluntad de los ciudadanos, a fin de impulsar y sostener construcciones sociales diferentes, con lo cual convirtieron al ciudadano en consumidor. Se trataba de formar sujetos unidimensionales, es decir, obedientes, disciplinados, buenos trabajadores, consumidores de bienes y servicios, en desmedro de la calidad de vida de las personas.

El estallido de descontento de la ciudadanía se explica entonces por la acción   indiscriminada y depredadora de los sectores dirigentes. La ciudadanía rechaza la privatización de servicios públicos fundamentales: la salud, las pensiones, los servicios sanitarios y la educación, todos ellos considerados mecanismos esenciales para el desarrollo y prosperidad de todos y todas. 

Sin embargo, las medidas implementadas en torno al modelo económico fueron ineficaces, aumentando la desigualdad y segregación social y urbana, como también el acceso a otros servicios fundamentales.

Nuevo pacto o contrato social

Esta crisis que se presenta en Chile, es una oportunidad para generar un cambio de la estructura política y social, y en la forma de generar las políticas públicas, de distribuir la riqueza y promover una sociedad con valores republicanos laicistas.

Como nunca es necesario escribir la historia desde la perspectiva de la gente común, y no quedarnos en el paradigma de certezas de los sectores hegemónicos. La ciudadanía cree en la libertad de expresión y esto se evidencia con las marchas desplegadas en todo Chile. Hoy es más necesario que nunca estudiar la Historia y tener una formación ciudadana para comprender las directrices actuales de nuestro país. Hoy nadie desconoce que el modelo económico y social impuesto por la dictadura no cambió tras el retorno a la democracia, y muy por el contrario, se profundizó y encareció la vida de la población.

El Estado debe asumir ahora sus responsabilidades sociales, que permita mejorar la vida de los ciudadanos. Una acción ineludible es pasar del actual sistema neoliberal a una economía social de mercado, que garantice un Estado de bienestar para cada uno de los chilenos.

Esto ha llevado a la necesidad de una nueva Constitución, idea que se irrigó profusamente con el estallido social, pero que había comenzado “a cristalizarse desde las protestas estudiantiles de 2011, cuando quedaron en evidencia las dificultades para cambiar ciertas leyes por los altos quorum requeridos, como la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). En el segundo mandato de Michelle Bachelet (2014-2018) unas 204.000 personas participaron en discusiones para una nueva Constitución que fueron recogidas por un proyecto presentado al Congreso pocos días antes del cambio de Gobierno, en marzo de 2018. Fue su Administración la que, en marzo de 2017, propuso al Parlamento una convención constitucional para redactar la nueva carta magna” (El país. 15 de noviembre de 2019).

Hoy, el gobierno de Sebastián Piñera, se ha abierto a la idea de cambiar la Constitución. La
ciudadanía exige un nuevo pacto social que debiera concretarse a través de una Asamblea
Constituyente —la participación de legisladores es inviable dado el grado de rechazo popular “a los políticos”— que favorezca una nueva Constitución, con el propósito de establecer la cohesión y la justicia social a nuestra sociedad.

Es necesario hacer conciencia en que las demandas sociales requieren de nuevas leyes, y que el cambio de la Constitución es un cauce paralelo que tiene un tratamiento distinto, pero que permitirá dar forma a una nueva convivencia política y social.

Esta realidad de una clase política abierta a los cambios sólo se hizo posible cuando los ciudadanos exigieron enérgicamente sus derechos, cansados de que se vulneraran los principios fundamentales de las personas, educación, salud, previsión y vivienda, sin que nunca existiera el propósito de hacer cambios profundos y estructurales.

Los movimientos sociales han demostrado que el individualismo ya no está presente, que hoy prima la necesidad de luchar por el bien común a través de un nuevo pacto o contrato social.

Ningún cambio será real o posible, sino se logra un cambio en quienes hoy detentan el poder de la represión, para ello es necesario generar otros espacios públicos, políticos y sociales, que confieran sentido ético y político a la construcción de un nuevo tipo de sociedad, donde prime la democracia, la fraternidad y los derechos humanos.

Chile despertó, qué duda cabe, pero eso no basta. Ahora hay que avanzar un Chile pensado desde la ciudadanía con un nuevo sentido de solidaridad y justicia social.

Por Ricardo Guajardo I. y Marcos Parada U.

Artículo publicado en: Revista Iniciativa laicista. 
Edición especial Noviembre - Diciembre, 2019:6-10.
Introducción


Bibliografía
El País. 15 de noviembre de 2019. Acta reunión comisión profesionales P.R. jueves 14 de noviembre de
2019
Foucault. Michel. (2002), Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Ediciones XXI.
Han, Byung-Chul. (2014), Psicopolítica. Barcelona: Herder.
Russell, Bertrand. (1951) The impact of science on society
Zemelman, Hugo. (2005) Voluntad de conocer. El sujeto y su pensamiento en el paradigma crítico.
Anthropos Editorial, México: Centro de Investigaciones Humanistas Universidad Autónoma.

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