“Fruticultura depende de que Chile desarrolle sus propias variedades”


Lo señaló Pablo Grau, investigador del INIA
Chile ya va en su cuarta década de boom exportador de frutas, sin embargo, ante el cambio en algunas variables, particularmente el desarrollo de nuevas variedades con acceso restringido a Chile por la propiedad intelectual y el cambio climático, es pertinente preguntarse si este boom es sostenible en el largo plazo.
En ese contexto, el investigador del INIA, Pablo Grau, sostiene que la única solución para que la fruticultura siga siendo un negocio en Chile es el desarrollo genético a nivel local, que permita desarrollar variedades propias.
¿Usted ve con optimismo el futuro del sector frutícola exportador?
Chile tiene condiciones extraordinarias para la producción de frutas. Lo más maravilloso que puede tener un país es el clima mediterráneo, en el cual hay relativamente poca o mínima precipitación en verano, por lo que hay muchas enfermedades que no se dan; segundo, agua de riego disponible, que muy pocos países lo tienen, o sea, la infraestructura de riego que tiene Chile es impresionante y fue hecha hace muchísimos años, en muchísimos países sólo se riega cuando llueve, y aquí tenemos la Cordillera de los Andes, donde se producen los deshielos que alimentan a los ríos y canales en los meses en que se requiere agua, lo que permite que la planta se someta a menos estrés y sea mucho más estable fisiológicamente y más productiva; tercero, el largo que tiene Chile, con una diversidad de climas, lo que brinda una oferta de frutas en determinadas especies, en una ventana amplia; cuarto, la aislación geográfica , es decir, si Chile hubiese sido más precavido, tendríamos muchísimas menos plagas de las que tenemos, porque la única forma de llegar es porque las trae el hombre, mientras que en otros países no hay fronteras; y por último, estamos en el Hemisferio Sur, lo que significa que podemos ofrecer frutas en contraestación a los países ricos, si Chile hubiese estado en el Hemisferio Norte, jamás habríamos tenido un gran desarrrollo frutícola, porque estaríamos compitiendo con colosos.
Estas condiciones fueron aprovechadas por personas que detectaron la oportunidad de exportar.
Hubo gente visionaria, y me estoy refiriendo a personas como David del Curto, quien en la década de los sesenta fue el primero que exportó, eso es lo que se dice, aunque desde los años veinte había interés del Gobierno por exportar frutas a Estados Unidos. El desarrollo frutícola que comenzó en los sesenta y se transformó en un boom en los ochenta se debe a que todas las especies frutícolas (manzanas, peras, duraznos, nectarines, ciruelas, cerezas, kiwis, frutillas, arándanos, frambuesas y todos los berries, paltos, chirimoyos, lúcumos, etcétera) fueron introducidas en Chile. Chile no tiene especies frutícolas nativas. Si nunca se hubiesen introducido frutas, hoy tendríamos piñones, avellano chileno, maqui y Fragaria chiloensis, que es uno de los padres de la frutilla comercial que nosotros comemos.
¿La introducción de especies se hizo en los años sesenta?

No, bueno, probablemente, lo más grande se introdujo a partir de los sesenta, cuando se empezó a pensar que teníamos que exportar. La fruta que consumimos hoy en Chile no es la que nos gusta a nosotros. Si vamos al supermercado y compramos manzanas, peras o duraznos, esa fruta es la que le gusta al mercado que nosotros abastecemos, y lo que nosotros compramos aquí es el desecho de exportación. Si nosotros consumiéramos la fruta que nos gusta, probablemente estaríamos comiendo otras manzanas, pero esas otras manzanas no tienen buena vida de postcosecha, son variedades antiguas, que están en Chile hace cien años, también son introducidas, pero llegaron con los inmigrantes. En los huertos caseros, principalmente en el Sur, se pueden encontrar esas variedades antiguas, que llegaron con los colonos de Alemania, de España, de Francia, de Italia. En el Sur hay muchas variedades alemanas. Y nuestros abuelos y bisabuelos consumían estas frutas, ellos no conocían las variedades que se ven hoy, como la Fuji, la Gala o la Pink Lady y ninguna de estas variedades modernas.
¿Y por qué se trajeron nuevas variedades?
Porque esas variedades eran las que querían los mercados que Chile abastece. Ahora entiende lo que le digo que nosotros comemos la fruta que le gusta a los países que vendemos. Pero hay muchas variedades muy ricas de manzanas, pero esas hay que consumirlas prácticamente del árbol, o en 15 días o un mes; si las guardan seis u ocho meses, no sirven, porque necesitan buena postcosecha, y todo lo que Chile exporta tiene que tener mejor postcosecha.
¿Y esas variedades que Chile exporta tienen buena postcosecha por sus características naturales o porque fueron modificadas genéticamente?
No, porque cuando los países las desarrollaron, buscaron que tuvieran una relativa buena postcosecha.
¿Son especies híbridas?
Todos son cruzamientos. A pesar de eso, no tienen una excelente postcosecha como Chile requiere, por la distancia.
Propiedad intelectual
¿Y cuál es el riesgo que enfrenta el sector frutícola?
Todas las variedades de fruta que llegaron al comienzo del boom no tenían ninguna propiedad intelectual, lo que significa que no se pagaban las variedades que se introducían. Además, muchas de estas variedades eran descubiertas al azar. El desarrollo frutícola de Chile fue gracias a eso, porque se introducía, se propagaba y no se le pagaba royalty a nadie, porque no existía propiedad intelectual en la agricultura, ni siquiera existía el término.
¿Y a partir de cuándo comenzó a cobrarse royalty por la propiedad intelectual?

Cuando se empezaron a hacer mejoramientos, y se pensó como un negocio. Uno de los rubros que tiró el carro de la propiedad intelectual fueron los programas computacionales, ahí empezó esto, y por supuesto, se plegaron todos, y se empezaron a patentar todas las cosas. Y el primer concepto para restringir el acceso gratis fue el royalty, porque detrás de cada variedad hay un trabajo, piense que en promedio, desarrollar una variedad tarda entre 20 y 25 años como mínimo de trabajo.
¿Y con este nuevo concepto, de qué manera se vio amenazado el negocio de la exportación frutícola en Chile?
Cuando empezó la propiedad intelectual, no se había pensado, porque el primer modelo fue el de los royalty. Una empresa en Estados Unidos produce una nueva variedad, y yo como productor quiero comprar la planta, pero eso se hace a través de un viverista, quien cobra por la planta y además, un royalty o derecho que recibe quien desarrolló la variedad. Y así siguió el negocio de la fruticultura, pero el modelo tenía una debilidad.
¿Qué pasó?
Pasó que yo productor compraba plantas para 5 hectáreas y pagaba el royalty, pero propagaba 50 hectáreas y no pagaba royalty por eso. No me costaba nada sacar una púa de mi árbol y propagar en mi campo. El problema, entonces, fue que el modelo de negocio del creador de la variedad, que proyectaba recuperar la inversión y obtener un margen de utilidad en un plazo determinado, no se cumplió. Y en el intertanto, aparecieron nuevas variedades, que hicieron caer el precio de la variedad anterior, porque todos quieren comprar la nueva. De esa forma, ya no era negocio crear variedades.
¿Y si no es negocio, cómo se financia la creación de nuevas variedades? ¿Lo tendrá que hacer el Estado?
El Estado no lo hace. Chile no lo hizo, yo estuve muchas veces en Estados Unidos haciendo mi doctorado, y en los años noventa me decían mis superiores que encontraban inconcebible que Chile no tuviera mejoramiento genético. Nosotros lo planteamos muchas veces al Estado, y la respuesta era la misma, que si era un negocio, que invirtieran las empresas frutícolas, que no se podía invertir en mejoramiento genético habiendo tantas necesidades en otras áreas, como la salud. ¿Y para qué? ¿Para que ganen los exportadores?
Países club
¿Y cómo se protege la propiedad intelectual? ¿Evitando que los productores puedan propagar?
Exactamente. Los países y las instituciones buscaron una forma de controlar esto, porque el royalty ya no era la solución. El concepto nuevo de variedades club, que consiste en que la institución que desarrolla la nueva variedad, forma un club, le entrega la administración de esta variedad a una empresa, a la que le conviene restringir la oferta de la fruta, no inundar el mundo con esta fruta, para controlar el precio y evitar la propagación.
¿Y cómo lo restringen?
Invitando a países a participar del negocio. ¿Vamos a invitar a Chile o no? Y si lo invitan, ¿a qué zonas? Porque queremos que la fruta sea top.
¿Y por qué se hace a nivel de países si es un negocio de instituciones?
Esto lo hacen las instituciones de otros países, como Nueva Zelanda, y se invita al país a participar porque el país es el que responde, es el que tiene la idiosincracia. Ahora, dentro del país por supuesto que eligen empresas, e incluso, ni siquiera eligen empresas, esa institución que desarrolló la variedad club, se instala en el país, instala un packing y toda la fruta va a ese packing, y se exporta con un estándar de calidad, de caja, de logo, etcétera. La idea es que esa fruta de variedad club, en cuanto a calidad, tamaño, presentación, sea idéntica a la producida en Estados Unidos, Canadá, Francia, etcétera. Y ellos eligen en cada país, el número de productores, el número de hectáreas por productor, el número de plantas y la zona apropiada para el desarrollo de la fruta. Y fiscalizan la propagación. Y se le cobra un royalty por la planta y por kilo de fruta producida al club. Al final, es una suerte de arriendo de la planta. Resumen: a Chile no lo están invitando a estos club.
¿Y los clubes ya están funcionado?
Hace diez años aproximadamente. Y no están invitando a Chile por varias razones, una de ellas es que el gran coloso de la industria de la manzana en el mundo es Nueva Zelanda, que siempre mira a Chile como país competidor. Y la otra, porque lamentablemente Chile ha dado muestras de que no respeta la propiedad intelectual.
¿Y la solución es que Chile desarrolle sus propias variedades?
Por eso hace siete años surgió la inquietud en la Asociación de Exportadores de Fruta (Asoex) de decirle al Gobierno lo que se avecina. Chile seguirá produciendo las variedades antiguas, pero no las nuevas variedades que son mejoradas, con mejor crocancia, mejor sabor, mejor aroma, mejor vida de postcosecha, mejor color. En cinco años habrá variedades con mejores atributos que las que hay hoy, y el consumidor va a preferir lo último. ¿Y qué pasará con la antigua? El precio internacional va a bajar. Si Chile no tiene acceso a esas variedades club, ya no será negocio exportar frutas. Por eso la solución es desarrollar variedades en Chile, y por eso el Estado dijo que sí, pero la condición fue que los privados también aporten a financiar el mejoramiento genético, lo que está ocurriendo.
¿Ese trabajo ya lleva tiempo?
Sí, esto partió hace seis años. Estamos trabajando en el Consorcio de la Fruta, que lo componen las 23 empresas exportadoras más grandes de Chile, de Asoex, que formaron un consorcio, y ellos son los que nos financian (al INIA) el proyecto de mejoramiento de la manzana chilena.

¿Qué ventajas tiene para Chile desarrollar variedades propias?
Todo lo introducido no fue desarrollado en Chile, lo que significa que no está desarrollado para los patógenos que tenemos en Chile, para el suelo, el clima y la radiación solar que tenemos en Chile, que es una de las más altas del mundo. El golpe de Sol que reciben las manzanas es impresionante. A modo de ejemplo, la variedad Fuji, entre el 40 y el 45 por ciento, se descarta producto del golpe de Sol. Y lo más importante: la postcosecha.
Esto que se está haciendo con la manzana, ¿también se está haciendo con otras frutas?

Bueno, como no hay plata para hacer todo, se decidió partir con las especies más importantes de Chile, las que más aportan: uva de mesa, manzana, carozos (durazno, ciruela y nectarín), frambuesa y cerezas. Siete especies hay en el programa de mejoramiento hoy, y ya estamos pensando en una estrategia para incorporar a futuro otras especies. Todo esto nunca antes se había hecho en Chile, nunca antes el Estado había estado dispuesto, ni los privados. Y ya se está pensando en una segunda etapa para incorporar otras especies, como el avellano y el nogal.

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