A Juan Ramón el amigo

Comentario

Escribe: Mario Iván San Martín Aliaga
Esta vez la vida me ha hecho pasar por la dura experiencia de perder un amigo.
En este mundo parece cada vez mas extraño referirse a sentimientos y no resulta compatible, entre consumismo y violencia, hablar de tristeza, de pena por la partida de un ser querido. Hoy hasta el duelo se vive apurado.
Tal vez usted haya pasado también por esto o quizá tenga la suerte de no haber sido tocado por el doloroso hecho de sentir que se acabó el tiempo y ya es tarde para decir al amigo lo mucho que le quería. Que ya no hay un segundo más de tiempo para cambiar los hechos y tratar de torcer el destino.
Mi amigo se fue sorpresivamente y trato de comprender cuan grande sería su dolor que lo llevó a tomar una determinación como esa, tal vez fue para él un gran alivio… no lo sé.
Juan Ramón Montero Sánchez se fue temprano, en la mitad de su vida, tal vez cansado de luchar como quijote con aquellos molinos de viento, cuyas consecuencias hoy conocemos como Depresión.
Permítame decirle que el 24% de chilenos tiene depresión, según un estudio de la superintendecia de Isapres.
Lo que ocurrió con este gran amigo sirva entonces para poner atención y escuchar a los expertos que dicen: “Con urgencia se necesita adoptar una estrategia nacional para aminorar el aumento de casos de depresión en el país. Según los especialistas, las estadísticas indican que al menos 1 millón 600 mil chilenos la sufrirán en algún momento de sus vidas”.
Juan Ramón era un joven agricultor de una conocida familia que se estaba especializado en ganado y últimamente lo hacia en el cultivo de berries (frutillas), actuaba además como directivo de una organización de regantes. Era poseedor de una especial característica, un caballero cuya gentileza le hizo granjearse la simpatía especialmente de las damas y sus canciones de Abraira o Serrat eran infaltable en las veladas, como sus tradicionales chistes.
Los esfuerzos que en solitario realizó por superar su dolencia fueron muchos, sin embargo fue caminando por un camino cada vez más estrecho.
Su familia sintió el afecto de los amigos de Juan Ramón que le acompañamos en su velatorio antes de partir a Santiago. Quienes le atendían a la hora del almuerzo o entregándole el diario salieron a la carretera y esparcieron flores sobre su cuerpo, se alejaba en un viaje sin retorno dejando tras de si el recuerdo de un hombre bueno, que luchó hasta donde pudo por superar aquello que le aquejaba…

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