El delantero de Ñublense, Patricio Rubio, reveló su dura historia de superación en una entrevista con TNT Sports. Desde la infancia enfrentó grandes desafíos que lo forjaron como futbolista y como persona.
Un sueño entre sacrificios y carencias
Rubio comenzó su carrera en las inferiores de Colo Colo, pero pronto se trasladó a Argentina para jugar en Rivadavia, de la Tercera División. "Viví en una pensión, pasaba hambre, solo tenía polenta. Pero mi mamá me mandaba algo de dinero y me compraba leche y cereales", relató. Durante dos años, se movilizó en bicicleta para entrenar, enfrentando momentos de desesperación y soledad.
El apoyo incondicional de su familia
Su madre, Jéssica, su abuelo Rodolfo y su hermana fueron pilares fundamentales. "Mi mamá trabajaba hasta la medianoche para mantenernos. Mi abuelo y mi hermana me llevaban a los entrenamientos", recordó. Con esfuerzo, Rubio se consolidó como delantero en Barnechea, de la mano de Mario Salas, y logró su primer título en Tercera División.
Un padre ausente y el perdón final
Uno de los mayores desafíos emocionales de Rubio fue la ausencia de su padre. "Lo esperaba los fines de semana, pero no llegaba. Apareció cuando ya era profesional, pero la relación no era sana", confesó. Años después, se reencontró con él en el hospital para despedirse: "Le dije que lo perdonaba y al salir falleció. Como si estuviera esperando mi despedida".
Éxito y nuevos desafíos
Rubio ha sumado casi 200 goles en su carrera, destacándose en equipos como Unión Española y la U. de Chile. En Querétaro de México, compartió vestuario con Ronaldinho, quien lo tomó bajo su ala. "Nos mandamos buenos carretes", recordó entre risas.
Ahora, a sus 34 años, su meta es jugar cinco años más y luego dedicarse a la gerencia deportiva. "Me quiero quedar en Chillán, es una ciudad tranquila y me gusta su gente", afirmó el goleador.