Diez
vecinos de la comuna se unieron para establecer esta huerta, que opera sin el
uso de productos químicos. El grupo, compuesto por estudiantes, terapeutas,
diseñadores y profesionales, trabaja en conjunto para cultivar alimentos
saludables de manera sustentable.
La
iniciativa contempla ocho “camas de cultivo” de 1,2 metros de ancho por 4
metros de largo, en las que crecen distintos tipos de hortalizas mediante
prácticas agroecológicas. La colaboración y rotación de responsabilidades son
fundamentales: cuando alguien debe preparar una cama de cultivo, todos se
ayudan, incluso en tareas como el riego, utilizando materiales reciclados.
El
objetivo principal es estimar la cantidad de alimentos que se puede producir en
la huerta y promover una dieta más saludable y adaptada a las estaciones del
año. Para trabajar en la huerta, se aplican principios agroecológicos y se
reciclan los residuos domiciliarios para crear compost y vermicompost (humus
generado por lombrices).
Además,
se busca mejorar la biodiversidad en la huerta, diseñando un espacio donde
distintas especies se complementen entre sí. La presencia de corredores
biológicos permite la llegada de insectos benéficos y polinizadores. Los
participantes también han estado involucrados en la preparación de bombas de semillas
con plantas atrayentes para polinizadores, contribuyendo así a la
biodiversidad.
En
resumen, esta huerta agroecológica comunitaria es un ejemplo inspirador de cómo
pequeñas superficies pueden ser utilizadas de manera sostenible para cultivar
alimentos saludables y fomentar la colaboración entre la comunidad local.