¿Economía naranja?

En Colombia, este ‘sector’ aporta alrededor de 1,9% del PIB, cifra cercana a las obras civiles. Nada despreciable.

La política empresarial del gobierno tiene un eje principal en el apoyo a las industrias o actividades culturales y creativas, bajo la marca de Economía Naranja, constituyéndose quizás en el esfuerzo más notorio que se ha hecho para sacar a la economía de la dependencia de las industrias extractivas y agropecuarias. Hemos estado en el negocio de producir cosas básicas, que cualquiera puede hacer, y por lo tanto ser competitivos es muy difícil, y estamos entrando a producir software o cine, donde la creatividad es un sello y el producto se vuelve único y, por lo tanto, de mucho valor.


La importancia de las industrias creativas en el mundo, y que tendemos a despreciar en el país, no es menor. Según el libro Economía Naranja: Una oportunidad infinita, estas actividades son 1,2 veces la economía alemana y representan la quinta “mercancía” más transada del planeta, por encima incluso de industrias como la militar. Otras referencias, un poco abstractas, son el tamaño de Hollywood, con el cine, o Silicon Valley, con el software. Pero alguien dirá que esto es propio de economías desarrolladas, por lo cual podemos ver lo que está pasando en la India, con las mismas dos industrias, donde Bollywood es mucho más grande que Hollywood, y la industria tecnológica se ha convertido en un referente mundial y un eje de desarrollo económico. En Colombia, este ‘sector’ aporta alrededor de 1,9% del PIB, cifra cercana a las obras civiles. Nada despreciable.

Un reto de la Economía Naranja es de comunicaciones, pues el país, más allá de un pequeño grupo especializado, no entiende de qué se trata esta iniciativa. Y podría decirse que este es un problema menor, pues lo importante es lo que se logra con el empuje gubernamental, pero no es así; las políticas públicas, para ser exitosas, necesitan de la apropiación de la sociedad, pues es ella la usuaria y beneficiaria y si no la entiende no la usa y no logra beneficiarse de sus bondades. Por otra parte, el gobierno decidió focalizar los esfuerzos desde el Ministerio de Cultura creando más confusión, pues este ministerio no se asocia propiamente con la creación de valor económico sino cultural, por lo tanto, al ser una política que busca valor económico desde lo creativo y cultural, el líder natural debería ser el Ministerio de Industria.

Los resultados de esta política ya se están viendo, pues el gobierno tiene una estrategia clara, que marca la cancha del ecosistema y orienta la oferta gubernamental, y cuyos principales logros han sido: la coordinación de más de 21 entidades, la movilización de recursos para financiación, capacitación y asistencia técnica, y la creación de estímulos tributarios.

Los problemas son subsanables, pero una política pública que focalice los esfuerzos en el conocimiento, en el ‘imperio de la mente’, en el valor agregado, es el camino correcto, y más cuando el principal promotor es el propio Presidente de la República. Esto garantiza su apropiación, al menos al interior del gobierno, y eleva la posibilidad de que las cosas se vuelvan realidad. Esta política busca poner a la industria en un nivel superior y nos invita a entender que somos capaces de crear, de generar valor, y aportar a la era del conocimiento.

Luis Eduardo Arango Varón

Exdirector de Crédito Público

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