COMENTARIO.- Carolina Marín Bastías. Magíster en Historia
Política.
Resulta un tanto
complejo comprender lo que sucede durante esta semana en la capital del país,
respecto de las masivas evasiones al transporte público de Metro.
Como
cualquier sancarlina, lo primero que viene a mi cabeza es pensar, “Santiago no
es Chile, no es mi problema”. Pero sí es un problema de fondo que está afectando
a gran parte de nuestra sociedad. Para dar un simple ejemplo de lo que ocurre,
imagine usted lo siguiente: Se dirige todos los días a trabajar desde la
Población 11 de septiembre, o de alrededores de la Copec, y se baja en la Plaza
de Armas de San Carlos. Para eso usa el transporte de colectivo, el cual, en
vez de meter a 4 pasajeros como capacidad máxima, lo hace viajar con 10
personas en el mismo auto y además le cobra 1.000 pesos. Ahora bien, estime
cuánto pagaría usted por un servicio de esa calidad, si viaja dos veces al día.
Agregue a eso, que las autoridades gubernamentales, le dicen que si quiere ir
más cómodo puede tomar el colectivo a las 5 am y retrocediendo unas 4 calles
para adelantarse a otro pasajero.
Esto no es más
que un ejemplo ficticio, pero que representa lo que viven los santiaguinos en
este momento. En San Carlos tenemos luchas distintas, pero la mayoría se
expresan por una realidad similar. El principal de ellos, es que nos situamos
en un sistema que algunos denominan “Contrato Social”, el cual en simples palabras
significa que yo y usted dentro de un sistema (ciudad, región o país) delegamos
el poder que tenemos a un número reducido y privilegiado de personas que
representan este poder (alcalde, concejales, presidente). Cuando este grupo o
‘elite’ no cumple su parte del trato, que es representarnos de la mejor manera
posible, el contrato se rompe y los ciudadanos exigen su poder de regreso, eso
a través de distintas maneras, una de ellas son las manifestaciones.
En Santiago se expresan
evadiendo el Metro, para exigir que las autoridades bajen el pasaje del
transporte público. En San Carlos se convocan a marchas para impedir la
construcción de una cárcel. Todos estos sucesos no significan más que el
descontento de los ciudadanos por la clase política que existe, por lo tanto,
es posible que Santiago no sea Chile, pero debemos estar conscientes de que el
sistema está fallando y que la ciudadanía se está dando cuenta, exigiendo
aquello que le pertenece, y nuestro deber como sancarlinos es reflexionar,
opinar y reaccionar frente a estas situaciones que geográficamente no nos afectan,
pero que como sociedad sí nos representa.