Por más cultivos de cobertura y menos barbecho químico


AGRICULTURA .- By elcliarin.com   Julio 08, 2019  Julio Scursoni, presidente de la Asociación Argentina de Ciencia de las Malezas (Asacim), advirtió que “hay nociones básicas que no se aplican por el acostumbramiento que generó una herramienta exitosa y de fácil utilización, como el glifosato”.

Para dimensionar un fenómeno, los números siempre son la mejor alternativa. Por ejemplo, que sobre un total de 189 millones de hectáreas sembradas a nivel mundial en 2017, el 87 por ciento fueron cultivos con resistencia genética a glifosato.

En Argentina, por caso, sólo se implantan muy pocos lotes con soja no transgénica. Por la facilidad que esto representa a la hora de los tratamientos contra malezas, el crecimiento en el uso de herbicidas ha sido exponencial: la inversión en estos productos se incrementó 250 por ciento, de 480 a 1.750 millones de dólares, entre 2000 y 2015, de acuerdo con datos de la Cámara de Sanidad y Fertilizantes (Casafe).

Todo esto, además, favorecido por la creciente adopción de la siembra directa que co-evolucionó con el incremento en la elección de variedades transgénicas y de las aplicaciones de herbicidas. Aproximadamente el 90 por ciento del área sembrada con los seis principales cultivos del país (soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo), se realiza con este sistema productivo.

Estos guarismos fueron presentados por el presidente de la Asociación Argentina de Ciencia de las Malezas (Asacim), Julio Scursoni, durante el 15° Encuentro de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedades que se llevó a cabo en la ciudad de Córdoba.

Scursoni los tomó como base para hablar sobre el principal problema derivado de estas prácticas productivas: el cada vez más grande e inmanejable mapa de las malezas resistentes.

“La simplicidad proporcionada por el uso de un solo herbicida, el glifosato; sumado a su alta eficacia para el control de malezas y un menor costo en relación con otras alternativas, explican la magnitud de adopción de toda esta tecnología”, remarcó Scursoni.

Pero recordó: “Es conocido que la reiteración del uso de herbicidas con el mismo sitio de acción, en este caso glifosato, genera consecuencias negativas como selección de poblaciones resistentes y también contaminación de recursos”.

Para Scursoni, llegó la hora de que los ingenieros agrónomos y los productores practiquen un “manejo sustentable” para combatir este obstáculo productivo, a partir de la integración de prácticas tanto químicas como culturales.

En ese sentido, se lamentó que en muchos casos no se trata de cuestiones de difícil implementación, sino de nociones básicas que no se aplican precisamente por el acostumbramiento que generó una herramienta exitosa y de fácil utilización, como el glifosato.

“Es sorprendente que prácticas agronómicas que no representan un alto costo para los agricultores tales como limpieza de maquinaria, cambios en fecha de siembra, el aumento de la densidad de ciertos cultivos, la reducción del espacio entre hileras o la elección de cultivares más competitivos, no se apliquen con alta frecuencia”, remarcó Scursoni.

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