CARTAS AL DIRECTOR .- By soldominguezpacheco.cl Julio 25, 2019. Quien reconozca esta frase significa que tuvo la oportunidad de conocer a Rolando Ferrada Valenzuela, con su rostro gentil y sonriente, llevando siempre su estilo que recordaba la tradición huasa por las calles de San Carlos, por eso muchos lo llamaban también “Huasito Lindo”.
La noticia de su repentina partida trajo una honda tristeza junto al recuerdo de su gran nobleza que se extendió por sus más de nueve décadas de vida. Al evocar sus huellas surge el sentido profundo de la generosidad, aquella que va unida a la humildad, pues no busca reconocimientos, elogios, ni palabras lisonjeras. Ese sentimiento que nace por la genuina conciencia del otro, de aportar al bienestar de los demás, haciendo vida el significado de la filantropía.
En Rolando, los ejemplos son muchos y aunque tal vez sentiría pudor de saber que hoy se conocen, es bello señalar que sólo días antes de partir, llevó una donación de alimentos al albergue del Convento, sabiendo que allí siempre es necesario un gesto solidario, pues se mitiga la ausencia de alimentos, algo que a veces se silencia en el vértigo de un día a día donde parece que todo está resuelto.
Volviendo la mirada a este mismo espacio de fe, Rolando fue un gran colaborador en las campañas de mejoramiento y reconstrucción del Convento de los Padres Trinitarios. De hecho, un vecino recordó que en los años noventa la pintura de la fachada del templo fue gracias a su contribución por el convencimiento que era lo necesario para un lugar tan importante para todos. “¿Cuánto saldría una pintadita? Le hace harta falta a la iglesia”.
Precisamente, la sencillez del gesto verdadero, que reconoce el significado de colaborar porque se piensa en lo bueno para una comunidad, sin más, nos invita a recobrar esa acción auténtica, a ayudar entendiendo que se puede hacer algo por el otro, que hay un compromiso con el bien común: un gesto genera una diferencia en la vida de uno o de muchos.
La historia de cada vecino que ha pensado en su tierra es un regalo, por eso es fundamental recordarla y valorarla. Rolando, quien habitó en el Barrio Sur, dejó una huella con su gesto generoso y amable, que se resume en su saludo habitual que aún parece ser oído: “¿Cómo está, patroncito?”. Mientras no lo olvidemos, no olvidaremos lo que significa ser, verdaderamente, generoso.
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