El inexorable paso de los años logra arrasar consigo aquellos vestigios y recuerdos en los que todo tiempo pasado –dice la sabiduría popular- fue mejor.
Sin embargo, como verdadero baluarte de la historia sancarlina, Don Cipriano Arias Olave, adelantó que harán lo posible por reabrir sus puertas -lo antes posible- en calle Maipú 1178, de la misma comuna.
Lleva más de treinta y siete años trabajando en la Peluquería “Arias”. Antes que ellos, su legítimo dueño y fundador, Luis Villalobos Cires, había alcanzado medio siglo de historia entre quienes acudían a cortarse el pelo y retocar su imagen.
Como una suerte de retablos en medio de tanto vidrio y hormigón que ha cambiado el rostro de la comuna, aún se asoman algunos vetustos salones, en los que al cruzar el umbral de la puerta nos invaden remembranzas y olores que nos devuelven a épocas imborrables de nuestras vidas.
Nos encontrarnos así con estos rincones y lugares en que la memoria evoca atesorables experiencias de nuestra infancia y la convivencia con nuestros antepasados. Y, es que seguramente muchos fuimos con nuestros padres a la peluquería de barrio.
En calle Balmaceda, del centro de San Carlos, Don Cipriano ha dedicado 37 de sus 63 años de edad, atendiendo a caballeros y niños que han requerido sus servicios de corte de pelo. De igual forma, lo ha hecho su sobrino José Miguel San Martín Arias, quien lo acompaña desde que apenas cumplía los veinte y tres años.
Ambos han trabajado en este diminuto espacio, el cual representa un verdadero museo de la estética enclavado en el corazón del pueblo, hasta donde llegaban todas las estirpes de antaño, alcaldes, sacerdotes, abogados y empresarios. Un salón que durante más de 80 años ha modelado los cortes de centenares de clientes que aprecian las técnicas que aquí se mantienen inalterables pese a la irrupción de nuevos y más rápidos procedimientos.
“Desde su origen la peluquería se especializó en el corte para varón, pero en la actualidad mi señora Rosa Herminia Burgos, también atendía a mujeres. Así desde los bisabuelos y el resto de la descendencia solían cortarse el pelo y pasar tardes completas en este local conversando de lo humano y lo divino. Algunos hasta dormían una siesta”, describe Don Cipriano.
Ana Ruth Zúñiga, es una de las clientas. “Me siento parte de esa historia. Quiero expresar mi más ferviente reconocimiento a tan notable actividad. Por todo su tiempo acompañando a la gente de su pueblo se hacen merecedores de ser admirados, reconocidos y preservados como patrimonio cultural de su comuna. Espero que reabran sus puertas y que puedan continuar con aquello que los apasiona: servir a su distinguida clientela y a mantener sus tradiciones con fervor”, manifestó.
Varias son las anécdotas, muchos los consejos, personajes que se sentaron en estas pesadas sillas por las que han ofrecido sumas con las que bien se podrían comprar un auto, pero la historia no se transa dice este peluquero con voz resquebradiza y mirada llena de nostalgia. Y, si bien están obligados a cerrar las puertas del lugar que los cobijó por tantos años, -Cipriano manifiesta- que mantienen intactas las ganas de seguir funcionando en otra parte para no abandonar a su fieles clientes.
A solo días del cierre de la peluquería, ambos, Don Cipriano y José Miguel quisieron agradecer a su clientela el apoyo y cariño que han recibido en lo que fue su lugar de trabajo durante 37 años y que les ha permitido dar el sustento a sus familias y lograr que la mayoría de sus hijos sean profesionales.
“Queremos agradecer a nuestros clientes la gran acogida y fidelidad que han mostrado desde el principio, sobretodo, por la confianza depositada en nuestro trabajo, que se haya valorado nuestro cariño y el trabajo bien hecho”, señala José Miguel, padre de tres hijas, Estefany, de 32 años; Jamier, de 25 y la menor, Michelle, de 22, quien estudia la carrera de Asistente Social en la Universidad.
Quienes conocen a Don Cipriano y José Miguel saben que con talento y esmerada atención han conseguido que su trabajo deje conformes y felices a quienes los prefieren. Esta es la fórmula de la tradición que les han mantenido, pese a las miles de jornadas que ha resistido de pie, brindando un servicio que marca una diferencia.
En la peluquería sus clientes toman asiento en estas valiosas sillas que superan los 100 años, y que siguen brindando un cómodo descanso. Cada detalle, cada implemento nos traslada a décadas pasadas en las que influyentes personajes del pueblo escogieron a la peluquería como su lugar íntimo y favorito para renovar su imagen.
Sus clientes no tardan en llegar. Y, es que muchos no solo aprecian su trabajo, sino que además su trato amable y cariñoso, que siempre será una razón para volver. En tanto, Cipriano y José Miguel nos dicen que “mientras el pulso esté bueno, seguirán trabajando”.