"Me han dicho: Usted era el que leía el 'Teletrece'"


Un paseo tomado del brazo con 50 años de la historia de la televisión chilena.

La vida si no tiene humor no sirve para nada".
El teléfono suena rara vez. Las visitas son menos frecuentes. Los amigos de los años de la televisión ya no están. Los días se hacen largos y mantenerse activo a los 86 años es un desafío para cualquiera. Cualquiera menos don Javier Miranda. "No voy a quedarme sentado esperando a la muerte", dice quien fuera durante medio siglo conductor de espacios como "Teletrece", "Martes 13" y "Maravillozoo", entre muchos.
Puede ser de tarde o mañana, el paseo es impostergable por la calle José Domingo Cañas en Ñuñoa. Un lugar en donde todavía sobreviven negocios como la señora de las costuras, el zapatero, la verdulería y hasta un zurcidor japonés. Una vida casi de pueblo en la que don Javier es inmensamente feliz. Son las 17:30 horas de un martes y nos subimos a uno de esos paseos, nos tomamos del brazo y caminamos lentamente. Somos su segundo bastón.
"Buena, don Javier", le gritan. El siempre responde con un gesto o una palabra amable. "Yo me siento presente en los medios, porque la gente me mantiene vivo. En la calle se alegran de verme. Eso revive. Me han dicho de todo, un día un pelusa me dijo: uuuuy, usted es el que leía el «Telecrece»... Yo le dije, ojalá".
Un papiro a fecha
Nació comunicador en 1930. Y todo lo que recuerda tiene que ver con eso. "Debo haber tenido como 6 años cuando tomaba una caja de zapatos, le hacía agujeros, me la ponía en la cara y comenzaba a jugar a la radio. Cantaba, leía los avisos de los diarios. La radio es el gran amor en mi vida". —'¿Y es verdad que su primer sueldo en ella fueron 2 ovejas?', le preguntamos. "No, mijito. Me dieron un papiro a fecha, me acuerdo clarito".
Que la jubilación es para aquellas personas que se han pasado toda una vida odiando lo que hacen, es una máxima en la vida de don Javier. Semanalmente sale a grabar en distintos estudios para la radio Toromondo.cl, un proyecto donde presenta música de todos los tiempos y comparte la continuidad con Gina Zuanic, su histórica partner. El proyecto busca el financiamiento de los auditores a través de donaciones anónimas, sin embargo, don Javier confiesa: "no vende mucho la cosa". Por estos días graba, además, una campaña para una caja de compensación. "Más que buena voz, tengo una eterna voz".
Hasta hace muy poco hacía pilates y gimnasia china. Ahora se limita a usar la bicicleta del gimnasio del edificio donde vive. "Hay que moverse. Lo he hecho toda la vida y rodearme de gente activa que también es muy importante. No le tengo miedo a la muerte, ojalá venga de la forma más sencilla. Como a mi amigo Firulete que le llegó en el sueño. No me gustaría enfermarme y enfermar a toda mi familia y ser un peso para el resto, ojalá la cosa sea muy suave y muy tranquila. Yo soy muy optimista y me tinca que me queda para rato".
En diciembre pasado recibió un mazazo. El doctor le prohibió manejar. "Da lata porque empiezas a depender del tiempo de los hijos, de los nietos y pierdes tu independencia".
La vida sigue a paso lento en su hogar donde se mantiene intacta la colección de más de 120 figuras de chunchos. Uno que otro más parecido a don Javier. Vive de las rentas, tomó resguardos y prefirió ahorrar en sus años de gloria.
—¿En qué invirtió lo ganado en la TV?
—Aproveché la época de oro, donde nos pagaban muy bien e hice inversiones. Compré casas en Santiago, en Rapel, Algarrobo, en Concón aún tengo una cabaña. No era el común de la gente preocuparse por el futuro en esos tiempos.
—¿Ganó mucha plata?
—Una época en que en Canal 13 me pagaban 1 millón y medio de pesos por capítulo de "Martes 13" y solo por el hecho de ir de invitado a otro programa del canal me pagaban la misma cantidad, por una presentación en calidad de invitado.
—Y si le dio tanto ¿por qué ha sido tan duro con la TV, últimamente?
—Es que sigo pensando que la TV está muy mala y ha caído en una vulgaridad que no existía antes. La radio se ha contagiado de lo mismo, si antes era una actividad de caballeros. Ahora los garabatos van y vienen.
—¿Y usted nunca dijo garabatos?
—Nunca.
—Pero si le pido que me regale uno... A ver, diga huevón.
—Claro y bien pronunciado: "HUEVÓN", dice con tono similar a su inmortal "Maravillozoooo".
—Dígame otra cosa, don Javier, ¿cómo quiere que lo recordemos cuando ya no esté?
—Como un cultor del humor, yo creo que la vida si no tiene humor no sirve para nada. Yo soy muy bueno para los chistes.
—Cuéntese uno, entonces
—Una señora llega a la farmacia y dice: "necesito frecuencia". El farmacéutico comienza a buscar entre las cajas, revisa el computador y le dice. «Fíjese que no tengo un producto que se llame así. ¿Esta segura que eso le pidieron?»"Claro, el doctor me dijo que me tenía que lavar el poto con frecuencia".

Por Rodrigo Garrido T.

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