Desde el dueño original del fundo a quienes gestionaron la entrega de las tierras en 1967 figuran en las calles.
Definitivamente, las callecitas de Santa
Isabel no tenían ese "no sé qué", que Gardel veía en su Buenos Aires
Querido. Más bien, eran calles de tierra configuradas por cercos de
alambre y arbustos en cada uno de sus ocho pasajes, que ni siquiera
tenían nombre.
Lo que partió como un fundo que giraba
en torno a una lechera desde 1903 hasta 1967 comenzó un proceso de
cambios a raíz de la reforma agraria y de las expropiaciones de la
época.
Eran 949 hectáreas en las que su dueño, Evaristo Rozas Riquelme, fallecido en 1942, contaba con 18 inquilinos con sus respectivas familias, los que aprovechando la contingencia política de la época le pidieron a sus hijos que les cedieran esas tierras a las familias que por décadas se habían instalado ahí.
Eran 949 hectáreas en las que su dueño, Evaristo Rozas Riquelme, fallecido en 1942, contaba con 18 inquilinos con sus respectivas familias, los que aprovechando la contingencia política de la época le pidieron a sus hijos que les cedieran esas tierras a las familias que por décadas se habían instalado ahí.
"No fue una tarea fácil, además que no
todos los inquilinos se atrevían a ser el representante ante el patrón",
recuerda Jeanette Zenteno, presidenta de la junta de vecinos de esa
localidad, perteneciente a la localidad de Ninquihue.
Ella, quien gestionó la construcción de la iglesia evangélica del lugar, fue además la primera vecina en la historia de Santa Isabel en obtener un título profesional, al graduarse de profesora de Historia.
Para la docente, nombres como los del dueño original del fundo; el de su padre José y el de Pedro Ortiz, los dos "negociadores" que lograron que les entregaran las tierras, y el de otros dirigentes y parceleros que han sacado poco a poco el pueblo adelante, merecían algo más que ser parte de algún relato oral ya casi sin voz.
Ella, quien gestionó la construcción de la iglesia evangélica del lugar, fue además la primera vecina en la historia de Santa Isabel en obtener un título profesional, al graduarse de profesora de Historia.
Para la docente, nombres como los del dueño original del fundo; el de su padre José y el de Pedro Ortiz, los dos "negociadores" que lograron que les entregaran las tierras, y el de otros dirigentes y parceleros que han sacado poco a poco el pueblo adelante, merecían algo más que ser parte de algún relato oral ya casi sin voz.
Entonces, entendiendo que hoy hay muchos
de los vecinos hacen encargos en San Carlos o en Chillán, "nos dimos
cuenta que la gente que venía a hacer las entregas se perdía, porque los
pasajes no tenían nombres, salvo la calle principal que se llama Santa
Isabel. Fue así que le propusimos a la municipalidad (de San Carlos) que
nos autorizara a ponerle el nombre de nuestros vecinos ilustres a cada
uno de esos pasajes", dijo Jeanette.
La propuesta llegó en diciembre a manos
del alcalde de San Carlos Hugo Gebríe y tras discutirse en el Concejo,
se les pidió que enviaran los antecedentes históricos que justificaran
esos nombres para identificar los pasajes.
Los ocho pasajes, y sus argumentos son: Santa Isabel, por ser el nombre del fundo; Evaristo Urrutia, su dueño; Pedro Ortiz Riquelme y José Zenteno Ortiz, los primeros negociadores, gestores y luego administradores de la Cooperativa en la que se convirtieron en 1972; Juan Gómez Gómez, parcelero quien ayudó a crear el sistema de riego y de distribución de aguas; Juan Alarcón Cancino, el capataz histórico del fundo; y los de José Orellana Contreras y Juan Lillo Acuña, tesorero y secretario del primer directorio de la cooperativa.
Los ocho pasajes, y sus argumentos son: Santa Isabel, por ser el nombre del fundo; Evaristo Urrutia, su dueño; Pedro Ortiz Riquelme y José Zenteno Ortiz, los primeros negociadores, gestores y luego administradores de la Cooperativa en la que se convirtieron en 1972; Juan Gómez Gómez, parcelero quien ayudó a crear el sistema de riego y de distribución de aguas; Juan Alarcón Cancino, el capataz histórico del fundo; y los de José Orellana Contreras y Juan Lillo Acuña, tesorero y secretario del primer directorio de la cooperativa.
"Nos gustó la iniciativa. La verdad es
que no siempre se deben repetir los nombres de O'Higgins, Prat o Violeta
Parra, y el que ellos hayan querido bautizar sus calles con los nombres
de sus vecinos más destacados, me parece hasta digno de imitar",
explicó el concejal de San Carlos, Mario Sabag.
En algunos años más
El 24 de enero de 2015 se pusieron los carteles con el nombre de las calles y el primer paradero de metal del pueblo.
El 24 de enero de 2015 se pusieron los carteles con el nombre de las calles y el primer paradero de metal del pueblo.
"Cuando vi el nombre de mi padre en el
letrero me emocioné. Vinieron mis hijos y una nieta de Santiago, le sacó
una foto para mostrarle a sus amigos que su abuelo fue un hombre
importante", dijo Rebeca Ortiz.
Dos de los ocho homenajeados están
vivos. Uno de ellos es José Ortiz, quien recordó que en 1972 para poder
convertirse en cooperativa les exigían 45 casas, y solo tenían 26, "así
que tuvimos que ir a buscar familias a otras partes, pura gente que le
trabajaba a un patrón. Luego de ser cooperativa pasamos a ser unidades
agrarias individuales y hoy viven más de 600 personas aquí".
Hoy la localidad está a la espera de que
se termine de restaurar la casona patronal, declarada Patrimonio
Cultural, para transformarla en un museo.
"Nos gustaría que nos abrieran de nuevo
la escuela, porque además tiene multicancha, nuestra idea es que pronto
haya una biblioteca con internet y que nos pongan alcantarillado", dice
Jeanette Zenteno, quien junto a Rebeca Ortiz sueñan con tener en Santa
Blanca una posta, calles pavimentadas y con que se haga el embalse
Punilla para mejorar su regadío.
"Pero eso será en algunos años más, lo
primero, que era rendirle un homenaje a quienes dieron los primeros
pasos para formar este lugar, ya se hizo", dijeron.