Por la mañana la idea de la joven
María Quiñones era subir a lo más alto del cerro Merejo (1.600 m. de altura),
en el fundo Alico de la comuna de Coihueco, donde durante años practicaba
trekking. El terreno era de la familia por lo que la seguridad la sentía en el
cuerpo.
Y fue ese el panorama del martes
15 de julio, del cual debía volver alrededor de las 5 de la tarde a casa, a esa
hora la oscuridad de la noche ya quitaba la visión en los cerros. La tarde
llegó y no se alcanzó la meta de llegar a la cima, desde donde se ven las
ciudades de Chillán y San Carlos, y el regreso comenzó más tarde de lo debido.
En casa dieron las 4 de la tarde
y su familia la esperaba, a esta hora ya debía estar aquí pensaban. El frío y
la noche comenzaban a caer a las 5, a caballo el padre comenzó la búsqueda de
María, desesperado, a pesar de la edad, interno en la precordillera la
preocupación le costó una caída, la que no le provocó grandes problemas, aparte
del que ya le acongojaba por su hija.
Caminando, desorientada, perdía
el equilibrio entre las quebradas y las pozas de agua que ya dejaba la lluvia
que comenzaba a caer, no tenía hora, la batería del celular se había acabado,
sólo quería bajar.
La noticia ya estaba en todo San
Fabián de Alico, en el cuartel de bomberos los voluntarios tomaban sus
uniformes y subían al carro rápidamente, mientras se dirigían al lugar se
vestían y el capitán, Manuel Cádiz, daba las instrucciones, la noche sería
larga y dura.
El rumor corría, pero nadie
llegaba a decirlo a lo alto del cerro, la noche estaba helada, la nieve
comenzaba a caer, el cansancio, el hambre, todo estaba en contra, sólo los
recuerdos eran capaces de ayudar, la familia, los amigos, el futuro, los
sueños, tanto por hacer aún, pensaba, mientras de la nada aparecían las fuerzas
para seguir descendiendo entre lo que recordaba y lo que podía ver.
Mientras bajaba al camión,
Luciano Ortega, capitán de la 3° Compañía de Cachapoal, oía la sirena que hacía
el llamado a los demás voluntarios en todo el pueblo, el camión estaba listo y
partió rumbo a San Fabián mientras daba las instrucciones de lo que debían
hacer al resto. La noche era fría, la nieve comenzaba a cubrir todo, pero la
labor no se detenía.
Por lo menos no hasta pasada las
3, cuando ya nada era visible y ambas compañías se devolvieron a sus cuarteles
para cambiarse el uniforme y volver cuando el sol comenzara a aclarar el día.
La vida, la familia, los amigos,
eran los que principalmente recordaba, en octubre tenía que viajar a Brasil,
debía hacerlo, el mundial de rafting allá esperaba, debía resistir, debía
seguir. Ya habían pasado por lo menos 10 horas o un poco más desde que la
noche, fría como lo es en este tiempo, había cubierto todo alrededor. La nieve
no dejaba de caer, una gran roca cercana parecía una buena opción para
protegerse.
El cielo comenzó a pasar de negro
a azul, ese típico color azul que se ve antes del amanecer, aunque claro, las
nubes hacían lo suyo. Entre la blanca nieve los voluntarios de San Fabián,
Cachapoal y Chillán (4°) ya estaban listos para seguir la búsqueda, el GOPE se
sumó a esa hora. El reloj no daba las 6 de la madrugada y prosiguieron la
búsqueda.
Pensaba, pensaba y pensaba, sólo
así tenía la fuerza necesaria para seguir, había pasado poco más 1 hora desde
que amaneció cuando, de repente, algo ya era familiar, al seguir caminando
seguía reconociendo, tras cruzar nadando algunas quebradas, tras el frío
intenso, tras cobijarse bajo una roca, tras una noche de lluvia y nieve, por
fin, todo el esfuerzo dio resultado.
El camino se hizo largo, la casa
se veía muy lejana, pero estaba ahí, la veía, cada paso estaba más cerca. Había
gente, amigos, vecinos, desconocidos, y entre ellos su familia, esa que le entregó
la fuerza suficiente para regresar, era la segunda vez que ocurría, eso los
mantuvo con fe y con la seguridad de que regresaría.
Amigos, compañeros, bomberos, y
carabineros descendían, la noticia les había llegado, aunque no la encontraron
se esforzaron en hacerlo y eso será por lo que la familia estará eternamente
agradecida.
La noche fue dura, se desvaneció
luego de abrazar uno a uno a su familia, y fue trasladada al consultorio de San
Fabián, allí se le trató el principio de hipotermia y se le revisaron los
hematomas que tenía en su cuerpo. Después de un par de horas volvió al fin a su
hogar como todos aquellos que colaboraron en la búsqueda.
A pesar de esto, el cerro estará
allí y será nuevamente escalado, aunque no por ahora, contaba a los curiosos
medios de comunicación que querían conocer la historia de sobrevivencia de
María Quiñones Sepúlveda, de 21 años, y darla a conocer a la población de la
zona.