El luthier sancarlino que desde las sombras se ha convertido en leyenda


José Miguel “tuti” Sepúlveda, comenzó reparando guitarras a sus amigos quienes impresionados por los resultados contaron sus hazañas por todo el país

Corría el verano de 1962 y en Londres, Inglaterra, la prensa musical -todavía encandilada por el Rock And Roll norteamericano- alucinaba con la nueva banda de Rhythm and Blues llamada de Rolling Stones. Todo giraba en torno a esta excitante promesa del rock británico, hasta que alguien trajo nuevas noticias desde el underground de los puertos británicos.
Al oír por primera vez de “esa banda”, Mick Jagger admitió que preguntó con incredulidad y desprecio “¿Son de Liverpool?” sin dar crédito que desde las calles de un puerto gris y sin tradiciones artísticas (no al menos a las del calibre londinense) surgiera el inigualable fenómeno de The Beatles.
Y es que esa idea primitiva de que es casi imposible que haya perlas genuinas en el mundo del arte en ciudades pequeñas aún persiste y bien podrían decir los músicos chillanejos cómo cuesta surgir cuando no se es de Santiago o Concepción. Peor es para lo que lleve la placa de “made in San Carlos”, como si de allí no hubieran salido Los Ángeles Negros y Violeta Parra.
Pues bien, el tiempo de tanto en tanto se entretiene tapando bocas con refrescantes excepciones a la regla y ahora las fanfarrias merecen sonar para un joven luthier sancarlino quien desde las sombras, a través de Facebook ha comenzado a convertirse en una pequeña leyenda entre los músicos de todo Chile.
Los resultados de su trabajo, casi obsesivo, ha corrido de voz en voz como una incontenible copucha triple x de la farándula entre guitarristas, bajistas, tecladistas quienes han aprendido en confiar en la experticia del “Tuti”, como le llaman a José Miguel Sepúlveda. “Lo que pasa es que soy detallista, incluso en el trabajo (una oficina de arquitectura) me molestan por eso y así comenzó a correr el rumor de que trabajaba bien con las guitarras, pero empecé haciendo arreglos menores para amigos sin que les cobrara, empecé a cobrar después de haber reparado entre 25 ó 30 guitarras, pero me refiero a una tarifa de como 5 mil pesos, no más”, recuerda con una mezcla de nostalgia y humor.
Diseñador gráfico de profesión, “giro sin tornillos” de niño e hijo de un mecánico quien lo habituó al uso de destornilladores, llaves Allen, martillos y cuando herraje existe; y de una madre quien le confiaba sus más preciados electrodomésticos para hacerles algún arreglillo y que lo dejó desde siempre desarmar sus juguetes para ver cómo funcionaban.
“De niño era porro, nunca me gustó estudiar, creo que por eso elegí Diseño porque no tenía matemáticas y me gustaba dibujar y la parte creativa. De a poco me empecé a meter en esto de las reparaciones y la construcción de efectos y pedaleras. Ahora, cada vez que estoy trabajando en algún instrumento, me recrimino el no haber seguido esta vocación desde antes”, comenta Sepúlveda.
No es fácil ser luthier, no es un simple oficio de artesano. De hecho es más probable que a guitarristas de la talla de Steve Vai, Steve Ray Vaughan o Django Reinhardt les hubiese resultado confiarles sus esposas que sus guitarras a un tercero.
Para esa casta caprichosa de seres humanos enviar su guitarra al taller es como enviar a un hijo al quirófano.
“Son tan desconfiados que tuve que inventar algo para ganarme esa confianza, por eso decidí hacer un álbum de fotos con el paso a paso de cada trabajo. Las desarmo enteras, pieza por pieza para mostrar cómo estaban cuando las recibí y cómo quedan después. Al final todos quedan súper agradecidos y lo más emocionante para mí es ver que se van felices, de hecho es típico que después me dicen que hasta quedan tocando mejor”.
Uno de sus momentos de máximo orgullo (“es que no me la creía”, recuerda) fue cuando el guitarrista de Manuel García, Diego Álvarez, subió una foto de la pedalera que usó en el Festival de Viña, en la que se incluía un pedal fabricado por el “Tuti”.
Otros como Tronic, Oso de Hielo, por nombrar los locales confían sus bajos y guitarras al “Tuti”.
“Ahora no siempre tengo tiempo y decidí no trabajar ni domingos ni feriados”, advierte en la media luz de su taller, que con una lámpara sobre una Fender Stratocaster deshuesada, invita a un silencio respetuoso, a un observar incrédulo y expectante.
Pero el trabajo quedará bueno. Muy bueno, y dirá con orgullo “made in San Carlos”.

Fuente: ladiscusion.cl

Comenta aquí!

Artículo Anterior Artículo Siguiente

نموذج الاتصال