¿Por qué es más difícil diagnosticar en
mujeres?
Los síntomas suelen ser más sutiles y no tan evidentes, en comparación con los hombres, por lo que pueden pasar desapercibidos muchos años.
Cada 13 de julio se
conmemora el Día Mundial del Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad
(TDAH), condición del neurodesarrollo que afecta las funciones del control
cognitivo. Este trastorno se relaciona con una estimulación insuficiente de los
neurotransmisores dopamina y noradrenalina, lo que genera dificultades para
mantener la atención, inhibir estímulos internos y externos, organizar,
jerarquizar, planificar y tomar decisiones. Estas alteraciones suelen impactar directamente
la vida personal, académica, laboral y familiar.
El Dr. Ignacio González, neurólogo del Centro de Neurociencias de la Clínica Universidad de los Andes, explica que “en los últimos años ha aumentado el diagnóstico de TDAH, gracias a que se ha superado el mito de que se trata de un problema de inmadurez y que desaparece en la adultez. Hoy se entiende que es posible tener TDAH y rendir bien en lo académico o profesional, aunque muchas veces a costa de un esfuerzo excesivo”.
Este fenómeno suele
observarse especialmente en mujeres, cuyos síntomas tienden a ser más sutiles y
menos evidentes que en los hombres. Por esta razón, muchas pasan años sin
recibir un diagnóstico. La ausencia de “hiperactividad” hace que se normalicen
sus dificultades y si, además, tienen un buen rendimiento académico o laboral,
es común que ellas mismas minimicen los síntomas. “He diagnosticado mujeres
profesionales exitosas con TDAH a los 50 o 60 años. Han salido adelante, pero a
un alto costo como autoexigencia extrema, dificultades en relaciones familiares
y sociales, y una enorme carga emocional, presentando una mayor tendencia a
experimentar ansiedad o estrés”, comenta el Dr. González.
En contraste, los
hombres con TDAH suelen mostrar síntomas más visibles desde temprana edad, como
hiperactividad, impulsividad, comportamiento desafiante, desobediencia o
dificultades en el control emocional. Estos signos, más disruptivos, hacen que
el diagnóstico se realice antes, especialmente por su impacto en el entorno
escolar.
En general, los
síntomas de este trastorno se relacionan con un déficit en el control de
funciones ejecutivas, manifestándose como olvidos frecuentes, distracción
constante, dificultad para planificar y organizar tareas, impulsividad,
decisiones apresuradas y una regulación emocional deficiente.
El Dr. González
advierte que “en la mayoría de los casos, los síntomas que comienzan en la
infancia persisten en la adultez, e incluso pueden intensificarse en contextos
de alta exigencia. Con el tiempo, algunas personas desarrollan estrategias de
adaptación que les ayudan a sobrellevarlos mejor”. Además, los tratamientos
farmacológicos disponibles son altamente efectivos y pueden mejorar de forma significativa
el rendimiento académico y laboral. No obstante, es fundamental evaluar y
tratar previamente cualquier otra condición psiquiátrica, neurológica o
metabólica que pueda estar presente.