LOCAL. - Los lustrabotas son los magos urbanos que transforman el calzado en relucientes obras de arte.
Con una mezcla de cera y destreza, devuelven el brillo a los zapatos, dejándolos listos para relucir en cada paso. En cada brochazo y pulida, estos artistas del calzado no solo embellecen el cuero, sino que también añaden un toque de elegancia a la rutina diaria.
En San Carlos, el último lustrabotas de la comuna, Romualdo Muñoz Zamora de 77 años se refirió a sus inicios y presente como el encargado de renovar los zapatos de los sancarlinos.
Con 42 años en el rubro, don Romualdo recordó que “partí trabajando en calle Vicuña Mackenna, al lado de los almacenes El Caballo. He lustrado zapatos a gobernadores, diputados, alcaldes y concejales”.
Aquejado de una discapacidad en su pierna, el sancarlino explicó que “en un día normal lustro desde 7 a 8 personas. Cada lustrada vale $1.000 y en su mayoría los clientes son personas de la tercera edad, ya que los más jóvenes usan zapatillas”.
Sobre la escases de lustrabotas en San Carlos, don Romualdo rememoró que “habíamos ocho lustrabotas, y de los ocho fallecieron siete. Quedé yo y otro joven en el lado sur de San Carlos, pero se enfermó y dejó el oficio.
Aquí ganamos nada más para la ollita, como se dice, porque vivo con la pequeña jubilación que tengo de $214.000 mensuales. Vengo a trabajar porque en la casa me aburro, en cambio acá le sirvo al pueblo, me siento y converso con la gente”.
Consultado sobre los tiempos de trabajo, don Romualdo detalló que “trabajo de septiembre hasta febrero. Ya en marzo, cuando está el tiempo helado, me tengo que quedar en la casa. Pero de igual manera si hay días bonitos vengo a trabajar desde las 11:00 hasta las 17:00 horas de lunes a viernes. El tiempo que no trabajo estoy en la casa y vivo de mi jubilación”.
Por último, don Romualdo, quien siempre está acompañado, adelantó que “creo que trabajaré hasta los 78 o 79 años, ya que el clima a mi edad me afecta más. De igual manera, no me gusta quedarme en la casa, porque si no saliera y no hiciera ningún ejercicio, como jubilado discapacitado me enfermaría más o me tomaría la depresión”.