Con sus mistelas y mermeladas caseras logró independencia y felicidad


AGRICULTURA.- By Mario San Martin   Enero 21, 2019 Cuando cumplió 50 años, la vida se le puso cuesta arriba a Claudina Martínez. Debió enfrentar una separación matrimonial y una grave enfermedad.

Sin ingresos y con depresión, tocó fondo y llegó pensar que no más había futuro para ella. Pero la vida ofrece revanchas y ella tuvo la suya. Apoyada en su fe en Dios y con el consejo de personas que la vincularon a organizaciones de apoyo, logró rearmarse y convertirse en la persona talentosa, feliz, luchadora, emprendedora y segura de sí misma que es hoy.

“A veces cuando una está mal no tiene ni las fuerzas ni las ganas, cree que todo se terminó. En mi caso, mirar a Dios fue lo que más ayudó, pensar que no me iba a dejar sola. Yo dije algún día Dios me va a levantar de aquí y puse todas mis fuerzas y ganas para salir adelante”, recuerda Claudina.

En 2006 ingresó al Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de INDAP en Talca, donde comenzó sembrando por las orillas de su terreno, en la localidad de Aldea Campesina, algunas plantas de alcayota. Con eso y los frutos de los árboles de su huerta, empezó a elaborar mermeladas caseras. “Muchos vecinos me regalaban fruta y yo les retribuía con mermeladas. Hoy se las compro, porque privilegio las frutas caseras, sin químicos”, dice la pequeña productora.



Lentamente su iniciativa tomó fuerza. Sus mermeladas se hicieron más conocidas y comenzó a participar en diversas ferias, invitada por INDAP, lo que aumentó su clientela. Dice que le gusta ir probando nuevos sabores y haciendo mezclas de frutas para que los clientes decidan cuáles son las que más les gustan.

Un día, para ampliar la oferta de productos que quería llevar a una feria, se lanzó a elaborar licores caseros. La idea era hacerlo solo para esa actividad, pero los productos tuvieron tan buena aceptación que los convirtió en parte de su oferta estable. Mistelas de frutas y algunas hierbas y el tradicional enguindado ya tienen su marca registrada.

El terremoto de 2010 puso a prueba una vez más su nivel de resiliencia. Su casa quedó destruida, pero su voluntad de salir adelante quedó intacta. Con paciencia y esfuerzo logró reconstruirla y también pudo, con apoyo de INDAP, construir su sala de procesos y una bodega.



Hoy Claudina tiene su microempresa, Labranza de la Aldea, donde produce sus elaboraciones artesanales, y solo hace un par de meses, con recursos de Fortalecimiento Productivo, inauguró una sala de ventas donde recibe a sus clientes. Además, participa de manera regular en las ferias organizadas por INDAP -como la ExpoMundoRural-, las municipalidades y otras instituciones públicas, y espera formar parte de una red de agroturismo que está impulsando el Prodesal de Talca.

Para mejorar la imagen de sus productos, recibió el apoyo de Corfo, que le aportó el diseño para sus etiquetas y tablas nutricionales. Y como si eso fuera poco, es parte de un pionero Acuerdo de Producción Limpia (APL) de conservas y mermeladas en la comuna.

Al mirar hacia atrás, Claudina agradece a Dios por haber quedado sin nada, ya que ese fue el motor para volver a empezar. “Hoy soy una persona feliz y que vive tranquila. Pude empezar de nuevo, pero esta vez para hacerlo a mi manera, con mis reglas, alcanzando una independencia personal y económica que antes no tenía”. También agradece las oportunidades que INDAP le ha brindado y que le han permitido transformarse de dueña de casa en una emprendedora rural, con la certeza de saber lo que vale como persona y como mujer.

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