La bóveda que guarda el patrimonio genético del agro chileno

Publicado: Jueves, 09 Marzo 2017 07:00 Escrito por FLORENCIA PRIETO BRAVO DESDE VICUÑA
En Vicuña está el Banco Base de Semillas del país, uno de los tres más importantes de Latinoamérica,

capaz de almacenar 75 mil muestras, a 20 grados bajo cero para que puedan ser usadas en 50 años más si se requiere frente a una catástrofe o para desarrollar variedades especiales.

En Vicuña, a 60 kilómetros de La Serena, tras pasar entre cerros que todavía conservan el verde, producto de un invierno generoso en lluvias, y bordeando el embalse Puclaro, que este año está al 100% de agua, a la entrada del pueblo y tras un portón negro se encuentra uno de los tesoros más grandes del país. A simple vista, no se puede identificar qué es. Sus paredes verdes, sus ventanas y sus puertas redondas dan la sensación de estar frente a un búnker donde refugiarse en caso de emergencia.

Con 230 metros cuadrados de construcción y con capacidad de guardar por más de 50 años aproximadamente 75 mil muestras, el Banco Base de Semillas que tiene el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA, en su centro Intihuasi, tiene la misión de proteger las especies, sobre todo las endémicas del país. Cual Arca de Noé, en sus refrigeradas instalaciones se guarda el patrimonio genético agrícola y silvestre de Chile ante posibles catástrofes naturales o escasez de alimentos que podría provocar en algunos años más, por ejemplo, el cambio climático.

Es que el tema del clima no se puede ignorar, comenta Rodrigo Díaz, quien está a cargo de elaborar las bases de datos del banco.

"Si bien hay semillas que ya no se pueden cultivar en un sector, sí se puede recuperar el material genético de las semillas antiguas que aceptarían las nuevas condiciones", comenta.

En su interior hay de todos los tipos que se puedan imaginar; en el caso de los alimentos, por ejemplo, están todas las variedades de porotos que existen, como el coscorrón, ramillete y de jardín. Entre los tantos tipos de maíz se pueden nombrar el de rulo y el araucano y se puede apreciar una gran diversidad de colores, no solo abunda el amarillo, sino también granos café, rojos, grises y algunos manchados con diferentes tonos. En cuanto a las formas hay algunas grandes que no necesitan lupa para ser examinadas y otras casi imperceptibles al ojo humano. Cada semilla guardada ahí tiene una función diferente, pero un objetivo común: cuidar el patrimonio agrícola y silvestre del país.

"Un ejemplo de la importancia de los bancos de semillas es lo que pasó con el tomate limachino, de no ser porque teníamos el material genético guardado, nunca se habría podido sacar su denominación de origen y gracias a eso se ha podido reproducir", señala Díaz.

Un trabajo de detalles
El equipo del banco está conformado por 13 personas que trabajan en el lugar y otras seis que se dedican a recorrer Chile buscando nuevas especies que puedan ser almacenadas.

En su interior, el lugar parece un laboratorio común y corriente. Cuenta con una sala de procesamiento, donde se limpian las semillas y se clasifican, otra sala de secado y germinación, donde se le hacen diferentes pruebas para determinar en qué condiciones se puede desarrollar el cultivo, y, al final, está la gran cámara de frío, una pieza especial donde las semillas se guardan a -20°. Si no fuera por el frío, se parece a una biblioteca. De los 14 estantes que tienen, menos de la mitad está ocupada con las 20 mil muestras de las 1.200 especies silvestres y las 177 especies agrícolas y forrajeras, recolectadas hasta el momento. El resto está a la espera de que el equipo de investigadores encuentre otras nuevas.

El banco corresponde a una forma de conservar las especies de manera ex situ; es decir, fuera de su hábitat natural. Es el más grande del país y uno de los tres más confiables, en términos de conservación, de América Latina. Se guardan importantes colecciones de recursos genéticos de cereales, leguminosas, hortalizas, frutales, forrajeras, oleaginosas y germoplasma de especies nativas.

Ana Sandoval, gestora técnica del banco, explica que esta es una forma de complementar la conservación in situ; o sea, la que se hace al interior de su hábitat natural, en jardines botánicos o parques nacionales. Comenta que lo óptimo sería que todas las especies estuvieran perfectamente protegidas en sus hábitats, pero muchas veces esto es difícil, ya sea porque el entorno corre peligro, como en el caso de los incendios ocurridos durante el verano, o porque muchas veces las especies no crecen en aquellas áreas.

"Nos encantaría crearle parques a todas las especies, pero hay algunas que crecen muy cerca de los centros poblados; por lo tanto, la conservación en el tiempo corre peligro. En ese caso, la ex situ es una buena alternativa", dice Sandoval.

28 años buscando semillas
En 1989, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias -INIA Intihuasi en La Serena- fundó el primer Banco de Semillas de Chile, con el objetivo principal de resguardar la diversidad de los cultivos agrícolas. Para lograrlo consiguieron el apoyo financiero de la Agencia de Cooperación Japonesa Jica, con lo que realizaron las primeras expediciones de recolección, además de recibir el material de los programas de mejoramiento genético del INIA. En dinero de hoy, la inversión realizada ascendería a los $1.500 millones, contando infraestructura y equipamiento.

La decisión de construir el banco en Vicuña se debió a dos factores. El primero fue por razones climáticas, ya que la zona se caracteriza por tener bajos niveles de humedad ambiental, lo que es fundamental para que la conservación de la semilla sea viable en el tiempo. Gracias a esto los investigadores no tienen que hacer tantos esfuerzos para secar la semilla. El segundo, por un tema institucional, ya que como los bancos de semilla se crean a largo plazo y como Vicuña es uno de los campos más antiguos del INIA, tiene menos probabilidades de ser vendido que los demás.

Un segundo hito del banco ocurrió en 2002, cuando el INIA abrió una segunda línea de recolección, esta vez con fondos internacionales provenientes de Inglaterra, enfocada en las especies silvestres, especialmente aquellas que estuvieran en peligro de extinción o que el INIA considerara que tenían algún grado de amenaza.
"Con el inicio de la recolección del patrimonio silvestre se abre una ventana para encontrar otras cinco mil especies, que son la flora chilena. Como era un número elevado, nos enfocamos solamente en las endémicas", comenta Ana Sandoval.
Actualmente el banco tiene diferentes formas de financiamiento. Por un lado está el apoyo que entregan entidades internacionales, como las ya mencionadas y, por otro, está el financiamiento basal entregado por el Ministerio de Agricultura. Al año, la mantención del banco demanda $300 millones, según indican en el INIA. Por último está el financiamiento de privados, especialmente de las empresas que deben someter sus proyectos a estudios de impacto ambiental, ya que una de las obligaciones es contribuir a la conservación ex situ de la flora nativa.
Así, hoy hay dos grupos de investigadores recolectando semillas; por un lado, hay tres personas moviéndose a lo largo de la III y IV Región, financiadas por una empresa minera, y, por el otro lado, un grupo en el sur que recolecta parientes silvestres de la cebada y otras 18 especies en 10 lugares distintos.
Bancos a lo largo de todo Chile
Con el pasar de los años, el INIA ha ido conformando la Red de Bancos de Germoplasma a lo largo del país, compuesta por cinco bancos activos, capacitados para almacenar las especies por cinco años como máximo, ya que sus cámaras de frío solo se encuentran a cinco grados. Debido a lo anterior, todos ellos deben enviar un duplicado al banco base de Vicuña, que está capacitado para conservar las semillas por más tiempo.
"Esta también es una forma de darles seguridad a las semillas. Ante cualquier problema que tenga alguno de los bancos, se sabe que hay un duplicado en otro lado de Chile", dice Sandoval.
Además de trabajar en duplicado al interior del país, Chile tiene un convenio internacional con el Jardín Botánico de Kew, Inglaterra, país que tiene el proyecto del Banco de Semillas del Milenio. Gracias a esto, la mayoría de las especies endémicas chilenas están duplicadas en las bóvedas del Reino Unido, lo que da mayor seguridad ante una posible catástrofe.
Sandoval recalca que una de las condiciones de este convenio es que las semillas enviadas a Inglaterra solo son para conservación; por lo tanto, no se pueden generar productos, ni realizar ensayos de germinación con ellas, además de que nadie puede tener acceso, salvo con una autorización del INIA.
Enseñanzas para el futuro
Los incendios ocurridos durante el verano fueron catalogados como una catástrofe, debido a la enorme cantidad de árboles, arbustos, follaje y cultivos que fueron consumidos por las llamas. Esta situación podría haber hecho que muchos agricultores solicitaran al INIA semillas para volver a empezar; sin embargo, Ana Sandoval explica que esto aún no ha ocurrido.
Lo que sí está sucediendo es que la gente que se vio afectada tomó mayor conciencia de la necesidad de cuidar el patrimonio, y hoy está solicitando al INIA los libros que muestran cómo recolectar y cuidar de forma correcta las semillas que encuentren en sus campos para donarlas a los bancos de la red.
"Cuando se queman casas, pinos, eucaliptos, sumamos, restamos y vemos cuánto dinero se perdió, pero cuando lo que se pierde son nuestros bosques nativos no sabemos. No hay un valor para nuestra biodiversidad y, de alguna manera, esto sirvió para remecer a la gente", comenta Sandoval.
Rodrigo Díaz agrega que esto es importante ya que así más chilenos se dan cuenta de lo que tenemos, porque durante muchos años los únicos interesados en preservar la flora chilena eran extranjeros.
Hoy en el banco están en busca de nuevas especies y, de esta manera, llenar la cámara de frío que al principio tenía capacidad para 50 mil muestras y hoy, gracias a una remodelación, es de 75 mil.
"Si se piensa, 75 mil muestras podrían ser 15 veces la flora chilena metida en este banco, por lo tanto, hay mucho en qué trabajar", dice Sandoval.
Una muestra óptima debe tener entre 5 mil y 10 mil semillas de distintos padres y madres para mantener la calidad genética.
Uso de las semillas
La red tiene un sistema de distribución de semillas formal para los particulares, en el que las personas pueden revisar las bases de datos del INIA y hacer la solicitud al banco correspondiente, quienes le entregarán una muestra de máximo 50 semillas para que puedan multiplicar la especie en el lugar donde cultiven.
Por otro lado están los investigadores que muchas veces se contactan con la institución para solicitar muestras de las especies y de esta manera continuar con sus proyectos.Especies recuperadasDentro de las especies que se han encontrado desde que se fundó el Banco de Semillas de Vicuña, las más especiales son aquellas que durante todo el siglo XX fueron consideradas como extintas, pero que gracias al trabajo de los recolectores hoy están conservadas en la cámara de frío. Por ejemplo, Menodora linoides, especie silvestre cuya flor amarilla crece entre la IV y V Región, en sectores cercanos a la cordillera. Por más de 50 años se la creyó extinta; sin embargo, en 2004 un grupo de recolectores encontró una población en condiciones extremas, debido a la gran cantidad de ganado que había en la zona. También Tecophilaea cyanocrocus, una flor de bulbo de pétalos azules, que en la época del 1800 crecía en la precordillera de Santiago, tuvo una extracción masiva para exportarla a Europa. Durante años esta especie solo creció en los jardines botánicos europeos, pero hace algunos años se recuperó una población en Chile cuyo lugar está protegido por el anonimato.
La riqueza de la red de bancosBanco activo INIA La Platina, en la Región Metropolitana. Se enfoca en la recolección de especies hortícolas y frutales y es el primer centro creado en Chile.
Banco activo INIA Quilamapu, de Chillán. Se dedica a la recolección de trigo, arroz, porotos, tomates silvestres y frutillas.
Banco de recursos genéticos microbianos en Chillán. Se encarga de la recolección y almacenamiento de microorganismos, a través de la criopreservación a largo plazo.
Banco activo INIA Carillanca, de Temuco. Se encarga principalmente de recolectar trigos invernales, forrajeros, leguminosas y berries nativos.
Banco activo de papa INIA Remehue, en Osorno. Se dedica solamente al resguardo de los diferentes tipos de papas que se dan en Chile, especialmente en los archipiélagos de Chiloé y Los Chonos. Actualmente hay una colección de 455 muestras.

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