Tomás González cumplió el sueño del gimnasio propio



El gimnasta hizo de animador ante un público difícil, bajo la atenta mirada de su
madre y el calzado "reptiliano" de Leonardo Farkas.

Demasiado contenta. A Tomás le costó mucho cuando empezó. Ahora será más fácil para las nuevas generaciones". Marcela Sepúlveda.
"¿Dónde está mi nieto?", pregunta una señora casi desesperada entre el tumulto. Es Clemencia Urzúa buscando a Tomás González, quien cumple un sueño: Inaugurar oficialmente su academia de gimnasia.
Iván Zamorano le cedió un gran gimnasio en su Ciudad Deportiva para que lo organice, y Leonardo Farkas —el mismo que hace siete años le donó 80 millones de pesos para entrenar— le financia los aparatos especializados.
"Bam Bam" no está presente, pero el millonario empresario sí. Su reloj y zapatos de cocodrilo llaman la atención. Eso lo saben sus 7 guardaespaldas, estratégicamente distribuidos y casi invisibles; algunos afuera, otros colados entre los 300 asistentes. Todos sudan la gota gorda en un galpón que arde en buenas intenciones y en temperatura.
Operación lagarto
Soledad Bacarreza es la maestra de ceremonia y lidera una improvisada dupla de animación con Tomás. El atleta lo intenta, pero no tiene las herramientas para domar a un público que no presta atención ni siquiera a la exhibición gimnástica que preparó con sus alumnos. Las mamás solo están atentas a sus pequeños, entre los 4 y 15 años, que cuando no están saltando y dando volteretas por una gran colchoneta celeste forman un coro de grillos que no sabe de protocolos.
Los curiosos solo se preocupan de tomar fotos y selfies.
Ante esa audiencia, los sacrificios de Tomás por enseñar conceptos como "ejercicios de fuerza" o "demostración de equilibrio" caen en oídos sordos; afortunadamente, los tips más avezados como "triple carpado" o "yurchenko extendido" los dejó junto a su atuendo deportivo.
Uno de los que sigue atento desde su silla en la primera fila es Farkas. Su interpretación del Himno Nacional es conmovedora, intenta animar a la gente y aplaude frecuentemente, de forma mesurada, siempre con la mano derecha impactando a la izquierda que se queda inmóvil.
No duda en tomarse fotos con niños y posa para la foto oficial, que parece la postal de un viaje de curso en fin de año. Ahí se quita su calzado reptiliano y sus guardaespaldas no les quitan la mirada.
Mamá Corales
Inmune a todo está Marcela Sepúlveda. Para ella no corre el calor, la bulla o el desorden, solo tiene ojos para su "Tommy". Ella sabe que este es el fin de un viaje, desde que su niño que hoy tiene 30 años demostró por primera vez aptitudes para la gimnasia, a los 4.
—Se ve emocionada, como cuando Tomás gana medallas. Pero creo que ahora está más.
—Sí, demasiado, demasiado contenta. A Tomás le costó mucho cuando empezó, porque en Chile no había nada. Ahora será más fácil para las nuevas generaciones. Por eso, feliz... pero cansada también.
Como cualquier madre que organiza el cumpleaños de su pequeño, Marcela está pendiente de todo. "Soy como el señor Corales", confiesa.
Los periodistas que no la conocen se extrañan de que sea ella quien los ubica en una esquina. Una muchacha le pregunta con quién hay que hablar para conseguir que el mejor gimnasta chileno de la historia participe en un evento.
"Conmigo", responde apuntándose al pecho, con tono amable pero decidido.
La ceremonia ya terminó. Muchos salen rápidamente buscando aire y algo de brisa. Tomás desaparece en un mar de micrófonos, cámaras y grabadoras, declarando su felicidad en todas las formas posibles.
Finalmente se encuentra con doña Clemencia. Entre el desorden, se escucha una música de fondo, mezcla de blues y jazz. Con un bajo y un contrabajo, la dupla "Gabriel Reyes dúo" toca con pasión, aunque perdidos en un rincón son muchos los que se sorprendan al darse cuenta de que no eran canciones grabadas.
Por Daniel Fernández A.

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