Productor Ahmed Hidd, señala que
tiene la particularidad de asegurar ingresos fijos y crecientes.
Ahmed Hidd Jara, es un apicultor
asumido, que pasó su niñez entre las abejas. Su abuelo, un emigrante árabe que
en 1923 echó raíces en Santa Clara, Bulnes, trabajaba las abejas en su tierra
natal, y trasmitió el oficio a la familia. La actividad era un complemento
interesante, pero no la más importante del grupo familiar. Fue pasando del
abuelo José al hijo Alejandro y al nieto
Ahmed.
Trabajaban en forma rústica y
fueron evolucionando hacia las colmenas con marcos, pero con medidas definidas
en forma autodidacta. Ahmed, luego de
ser operario en una barraca y conductor de maquinaria pesada, se inició de
lleno en la actividad en forma profesional en el año 1983 con unos 120 cajones
heredados al fallecimiento de su padre.
El entorno lo llevó a
interiorizarse de los trabajos en la polinización de manzanos en su entorno
cercano, hasta que llegó la varroa a Chile, un ácaro fatal para la apicultura,
que le diezmó sus colmenas quedando con solo 6. Con apoyo de un experto,
Marcelo Top, logró recuperar sus abejas y volver a crecer.
En esta recuperación se asoció
con un primo del norte a inicios del año 2000 y ocurrió un hecho importante que
lo convenció que la apicultura sería su destino. A principios de esa década los
países con mayor producción del mundo, China y Argentina, tuvieron un problema
relacionado a antibióticos que trastocó
el mercado mundial y la miel multiplicó su rentabilidad de los productores
chilenos por 10.
Ahí se afirmó su empresa, la
Sociedad Productora y Comercializadora de Mieles del Sur Ltda., se capitalizó,
invirtió en material apícola y se enfocó principalmente en la polinización, lo
que implica obligatoriamente la transhumancia y viajar todos los años de norte
a sur siguiendo la floración.
La parte negativa es que se
sacrifica la vida en familia, pero se vive en forma independiente, se trabaja
al aire libre y cada día hay experiencias nuevas. Incluso cuenta que se compró
un microbus dado de baja, para tener cierta comodidad mientras permanece
haciendo trabajos, que a veces toman varios días.
Señala que el fuerte de la
actividad se inicia con los almendros en agosto-septiembre, y luego vienen los
paltos. Después hay que adaptarse y que las abejas puedan alimentarse o
polinizar cultivos menos intensivos, como cítricos, kiwis y otros.
Prefiere la polinización a la
producción de miel, porque le da ingresos fijos, que en promedio son de $10 mil
por colmena al mes, lo que le permite buena rentabilidad y financiar los
estudios de sus hijos, uno de los cuales ya es profesional y otros dos avanzan
en Medicina y Agronomía. No se queja, aunque el trabajo es muy duro en algunos
meses, pero los ingresos le permiten un buen
pasar.
La temporada de polinización
parte en agosto y se extiende hasta abril o mayo, cuando la tarea debe
centrarse en trabajos de invierno, como reparación de colmenas, preparación de
la invernada y reducción de la cantidad de colmenas, para que las abejas pasen
mejor el invierno.
Afirma que con las abejas se aprende cada día y una
colmena es distinta a la otra. También que la apicultura es un trabajo que
requiere dedicación personal, por lo que se limita en el crecimiento: “Nosotros
trabajamos un máximo de 3 mil colmenas, que es lo que podemos atender tres
personas con dedicación completa. Contamos con un camión pequeño, en el que a
veces tenemos que hacer varios viajes para cumplir los contratos, pero que nos
permite llegar a todas partes”.
El productor señala que hay que
tener conocimiento y hacer visitas a terreno antes de comprometerse con una
polinización, ya que en lugares donde no hay suficiente floración, o donde hay
que alimentar artificialmente a las abejas, se pueden sufrir las consecuencias
de debilitar las colmenas e incurrir en gastos no previstos, además de cumplir
con una polinización deficiente.
Afirma que el trabajo exige
reacciones rápidas para multiplicar las abejas, suplementarles la alimentación
con jarabes de azúcar cuando se requiere, y que suele pasarse días enteros,
compenetrado en las colmenas.
No participa mucho en las
actividades del gremio, porque confiesa que le falta tiempo, aunque se mantiene
informado permanentemente de lo que ocurre en el mundo de la apicultura.
Fuente: ladiscusion.cl