Al llegar a las intersecciones de las calles Serrano y Balmaceda, hasta hace algunos años atrás, se te habría a los ojos, un refrescante paisaje de verde y sombra que te llamaban al descanso y el solaz. Agradable era en las tardes estivales la conversación amena y fresca con los amigos en aquel banco preferido.
La plaza se mostraba en su total plenitud y estaba para el tranquilo disfrute de los Sancarlinos. SIGA LEYENDO AQUÍ
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