El yerno de Allende que se convirtió en ermitaño y vive en San Fabián

Casado por 30 años con la primogénita del Presidente, Carmen Paz, separados desde el regreso del exilio en México, Héctor Sepúlveda fue parte de las entrañas de la familia de izquierda más relevante del último siglo en Chile. Durante el gobierno de la UP compartió con François Mitterrand y Fidel Castro, vivió de cerca el poder y, tras el golpe, sufrió los dolores de una casta golpeada por la tragedia de la historia y la muerte. Al regresar del exilio, en 1991, se recluyó en las montañas de la Región del Biobío.
Tiene una barba de viejo sabio: blanca, larga. De pelo desordenado y ojos claros, el anciano se asoma en la puerta de una sencilla casa de madera ubicada en una zona cordillerana y despoblada del sur de Chile. Aunque por su aspecto, movimientos y espalda encorvada pareciera tener 100 años, nació en marzo de 1937. Héctor Sepúlveda Sepúlveda no está acostumbrado a que lo llamen por su nombre: prefiere que le digan Hito, el apodo que lo acompaña desde que era un niño.
Para llegar a la vivienda es necesario viajar unos 450 kilómetros y llegar hasta San Fabián de Alico, un pueblo campesino de 3.500 habitantes de la Región del Biobío, donde nacieron Nicanor y Violeta Parra. Donde termina la calle principal del pueblo, comienza un camino de tierra, pedregoso y polvoriento, que conduce a las entrañas de los Andes. Las indicaciones para ubicarlo prescriben parar en el kilómetro 20, donde ya se ha perdido la señal del celular. El visitante tiene que anunciarse a gritos y bocinazos y, si hay suerte, después de algún tiempo, alguien escuchará la bulla desde los cerros interiores, atravesará el río Ñuble en un carro de madera colgante y ofrecerá cruzar. Una vez arriba, sólo hay que seguir una indicación: “No tocar el cable de metal, ni aunque tenga miedo, porque de seguro va a perder un dedo. O dos”, explica Juan Concha, hombre de mediana edad y oriundo de la zona.
El interior de la casa es frío y oscuro, y alguna vez su único residente fue bautizado como “el señor de las penumbras” por un familiar. Héctor “Hito” Sepúlveda vive en una austeridad máxima: duerme en un colchón curvo sin frazadas ni sábanas a la vista, la mayoría de las ventanas tiene plástico en vez de vidrio y la sala principal es una mezcla ecléctica de diarios viejos, troncos que funcionan como sillas, mesones con herramientas, toallas a medio secar, libros y un reloj. La electricidad alcanza para un par de ampolletas, pero no para refrigerador ni TV. El hombre, que cocina y lava sin ayuda, pasa la mayor parte del tiempo solo.
Escucha radio a pilas, conversa poco, tiene escaso contacto con su familia y evita salir del lugar, al que llegó hace dos décadas.
No siempre llevó una vida retirada y anónima: hace 40 años, cuando no acostumbraba a vestirse todavía con ropa usada y era un treintañero dedicado a la mecánica, fue parte de la familia del líder de izquierda Salvador Allende. Casado con la primogénita, Carmen Paz, con quien tuvo tres hijos y cuya fotografía cuelga de una pared, fue testigo privilegiado de la llegada de su entonces suegro a La Moneda en 1970, de las recepciones a las visitas ilustres, de los fines de semana en Cerro Castillo, del poder, del miedo puertas adentro ante la inminencia del golpe de Estado, del dolor tras el suicidio del Presidente, del viaje en avión con la viuda y las hijas rumbo al DF y de los largos años de exilio en México de una familia golpeada por la tragedia de la historia y de la muerte.
Salvador Allende y su esposa Hortensia Bussi tuvieron tres hijas.
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